Un socio poderoso
Los negocios de César Gaviria Trujillo con Alcides Arévalo Vélez, señalado narcotraficante.
Son socios desde hace cuarenta y ocho años y sus inversiones en común han incluido transacciones inmobiliarias y acciones en el extinto periódico La Tarde.

En el resto del país apenas lo conocen, pero en los círculos corporativos de Pereira todos saben de él. Alcides Arévalo Vélez, comerciante de repuestos y accesorios para vehículos, ha sido mecenas y colega de negocios de César Gaviria Trujillo desde hace casi cuatro décadas. El maridaje entre políticos y empresarios —siempre controversial por la naturaleza antagónica de lo público y lo privado— debería ser detestable si el socio comercial es señalado de contrabandista y narcotraficante.
En el informe final de la Comisión de la Verdad —cuyo objetivo es el esclarecimiento de lo ocurrido durante el conflicto armado colombiano— se menciona al socio de César Gaviria con una contundencia sin atenuantes. «En Pereira, cerca a la Alcaldía, se erige el centro comercial Alcides Arévalo, cuyo nombre alude a la icónica figura de un pionero del narcotráfico». Sorprende que esa cita haya permanecido al margen del interés de los grandes medios de comunicación.
Arévalo y Gaviria comparten, en efecto, una condición estrepitosa. Dos obras icónicas de Pereira llevan sus nombres: el primer centro comercial de la ciudad, inauguradoterminado de construir en 1982, y el viaducto atirantado sobre el valle del río Otún, construcción finalizadaterminado de construir en 1997. Cinco de las fuentes consultadas por CasaMacondo —que exigieron mantenerse anónimas por temor a represalias— confirman que el empresario, de ochenta y cinco años, ha sido financiador de la sarta electoral del expresidente de la República, de setenta y ocho.
Su relación de cercanía quedó escriturada en 1987 mediante la compra de un apartamento de doscientos cuarenta metros cuadrados, ubicado en la Avenida 30 de Agosto con calle 26, justo al lado del edificio de Migración Colombia. La propiedad pertenecía a Arévalo y Gaviria pagó por ella un precio inferior al avalúo catastral, apenas dos millones seiscientos mil pesos, unos ciento veinte millones actuales. Veintisiete años después, en 2014, fue Gaviria quien se la vendió a Arévalo por sesenta y cuatro millones de pesos, unos ciento diecisiete millones actuales, de nuevo un precio inferior al avalúo catastral.
En ambas transacciones inmobiliarias firmaron, en representación del ex presidente, sus parejas: la ex primera dama de la nación, Ana Milena Muñoz, y el ex congresista por el Partido Liberal, Carlos Humberto Isaza. ¿Conocía César Gaviria el prontuario de su socio y financiador electoral? Es imposible que no. La sombra que cubría a Alcides Arévalo Vélez se extendió aún más en enero de 1997, luego de la operación antinarcóticos Ocupación I, liderada por el general de la policía Luis Enrique Montenegro.
La propiedad pertenecía a Arévalo y Gaviria pagó por ella un precio inferior al avalúo catastral, apenas dos millones seiscientos mil pesos, unos ciento veinte millones actuales.
Las autoridades allanaron varias propiedades del empresario y en una de ellas descubrieron un depósito de pistolas, revólveres, carabinas, escopetas y munición. En esos días, Alcides Arévalo Vélez era gerente del periódico La Tarde y aseguró que el arsenal pertenecía a una empresa de vigilancia que, después de las primeras averiguaciones, resultó ficticia. «Pereira es un paraíso de narcotraficantes», declaró el general Montenegro para explicar el allanamiento de notarías, empresas inmobiliarias y casas de cambio.
Tras la operación Ocupación I se decomisaron 170 vehículos, 231 motocicletas, 95 armas de fuego y 150 buscapersonas, —el recurso tecnológico más usado entonces para el envío y recepción de mensajes—. Entre las propiedades allanadas, las autoridades destacaron una de muros blindados. «“Tiene capacidad para soportar impactos de pistola 7.65 milímetros, lo cual demuestra que no es para ningún tipo de actividad lícita»”, dijo el general Montenegro, citado en un informe del periódico El Tiempo.
La orden de ocupar las propiedades de Alcides Arévalo Vélez fue de la Fiscalía General de la Nación, después de indagar el origen de sus bienes. «“Y los lujos que lo asemejan a los de un narcotraficante»”, informó el Noticiero de las 7Siete, un telediario de los años noventa. ¿Cómo es que, tras ese operativo y el consiguiente despliegue periodístico, el socio y mecenas de César Gaviria Trujillo haya mantenido un perfil de empresario impoluto, sin mención en ningún proceso judicial?
Luisa Fernanda Marulanda Gómez, socióloga y magíster en Estudios Políticos de la Universidad Nacional, analizó las relaciones entre legalidad e ilegalidad en el mercado de drogas ilícitas en Pereira. En un artículo publicado en 2013, la investigadora recuerda que un grupo de comerciantes, dedicados al tráfico de estupefacientes, contribuyó a la modernización de la ciudad, pero no por un espíritu altruista. Se trataba de una estrategia de tipos malos haciendo de tipos buenos.
Según Juan Miguel Álvarez, periodista y autor del libro «Balas por encargo», esos comerciantes mercadeaban telas, café y autopartes. Los primeros provenían de la élite económica de Risaralda y utilizaban las rutas de contrabando para el tráfico internacional de marihuana, y los segundos provenían del mundo de la ilegalidad y pasaron de contrabandear autopartes a traficar cocaína. Todos ellos acumularon fortunas que les permitieron comprar ascendencia y reconocimiento social.
«“Exalto el papel del empresario Alcides Arévalo, y de tantos otros, que han hecho de este medio un vehículo de información y de servicio a la comunidad»”, arengó el presidente Álvaro Uribe Vélez en la celebración de los treinta años del periódico La Tarde, dos décadas después de que la Fiscalía ordenara el allanamiento de sus propiedades con fines de extinción de dominio por el contexto criminal que, según el general Luis Enrique Montenegro, «habían convertido a la capital de Risaralda en el paraíso de narcotraficantes del Norte del Valle».
Socio de “El Alacrán”
En uno de los relatos sobre las masacres de Trujillo, Valle del Cauca, aparece el nombre de Alcides Arévalo Vélez. Esas matazones inmisericordes sumaron, al menos, trescientas cuarenta y dos víctimas. El paramilitar Jesús María Gómez, presente en uno de tantos crímenes, reconoce al socio de César Gaviria Trujillo en la escena de dos homicidios, cometidos en la hacienda Villa Paola, propiedad de Henry Loaiza Ceballos, alias “El Alacrán”, capo militar del Ccartel de Cali en el Norte del Valle.
El relato del paramilitar, corroborado por el Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) de la Fiscalía, detalla la tortura, el asesinato y la desaparición de dos hombres: Daniel Arcila Cardona y Mauricio Castañeda Giraldo, secuestrados en Trujillo para que rindieran cuentas ante un grupo de jefes narcotraficantes, entre los que estaba Alcides Arévalo Vélez. El testimonio de esas muertes es minucioso y escalofriante. Antes de acribillarlos los golpearon, apuñalaron, cercenaron, les dieron a beber gasolina y les prendieron fuego.
Pablo Emilio Cano, uno de los autores materiales de ambos crímenes, confirmó lo dicho por Jesús María Gómez. La presencia de Alcides Arévalo Vélez en ese escenario de extrema violencia, en medio de una reunión de capos mafiosos, no fue la de un espectador pasivo. Según los testimonios recogidos por la Fiscalía, y corroborados por múltiples fuentes, su asistencia a esa cita de ajusticiamiento es propia de un jefe mafioso, copartícipe de los hechos.
«Le parten los brazos y las piernas y toda esa vaina, y no dejan sino el tronco y le mochan la cabeza también. Eso lo mochan con un machete de esos que llaman pacora. Eso lo metieron entre una caneca, la llenaron de piedras y la tiraron al río Cauca». Así termina la descripción de la tortura el paramilitar Jesús María Gómez. Su relato, que sirvió para condenar, entre otros, a Henry Loaiza Ceballos, alias “Eel Alacrán, no supuso ninguna indagación de las autoridades en contra de Alcides Arévalo Vélez.
CasaMacondo le preguntó a la Fiscalía por procesos penales en los que esté o haya estado involucrado el socio y mecenas de César Gaviria Trujillo. La respuesta —desconcertante, dado los antecedentes— no sorprende a ninguna de las fuentes consultadas. Según el organismo, no hay investigaciones en su contra. Eso quizá explique por qué, para la mayoría del medio millón de habitantes de Pereira, Alcides Arévalo Vélez es el nombre de un centro comercial, el más viejo de la ciudad. Nada más.
El silencio como respuesta
Ni César Gaviria Trujillo ni Alcides Arévalo Vélez atendieron los llamados de CasaMacondo. A los dos, al ex presidente y al empresario, les hicimos estas preguntas:
- ¿En qué otros negocios o inversiones han participado o coincidido ustedes?
- ¿En qué campañas electorales, César Gaviria Trujillo o alguno de sus candidatos ha recibido apoyo logístico o financiero de Alcides Arévalo Vélez o de alguna de sus empresas?
- ¿Cómo se explica que un ciudadano con antecedentes de allanamiento con fines de extinción de dominio por narcotráfico, al que además le incautaron un arsenal en una de sus propiedades, no haya sido vinculado a ningún proceso judicial?
- ¿Cómo es posible que un ciudadano, a quien dos confesos paramilitares describen presente en una reunión de mafiosos en la que torturaron y asesinaron a dos secuestrados, ni siquiera haya sido indagado?
- Es usted, sin duda, uno de los hombres más poderosos de Pereira: ¿Por qué tantas personas admiten tenerle miedo? ¿Es por su dinero o es por su carácter?
- ¿A cuánto asciende su fortuna?
- Usted le da nombre a una construcción que miles de personas mencionan a diario, pues son referentes de la ciudad de Pereira. ¿Cómo cree que será recordado? ¿Cree que habrá estatuas en lugares públicos con leyendas que elogien su legado?

Los bienes detallados en esta investigación periodística no son los únicos que ostentan sus propietarios. Sin embargo, el número de ellos, sumado a su historial, los montos de compra y las dinámicas de negociación, resulta útil para un análisis sobre el poder de quienes nos gobiernan y el cúmulo de su riqueza.
En CasaMacondo creemos que nadie está exento del escrutinio periodístico, menos aún los presidentes y vicepresidentes de la república. En teoría, por la dignidad de sus cargos, ellos constituyen el horizonte moral de la nación.
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