Desde un avión o a pie, logras ver la tercera barrera coralina más grande del mundo. Tiene treinta y dos kilómetros de extensión y por más de quinientos años ha protegido al pueblo raizal que habita el archipiélago de San Andrés, Old Providence and Ketlina. La ves en una línea de espuma blanca donde revientan las olas. Allí los corales, como raíces que se ataron unas a otras en las profundidades de la mar para funcionar como barrera costera, le roban la fuerza a las olas y evitan que golpeen la orilla de las tres islas, localizadas en el Caribe occidental, a cerca de 750 km de territorio continental colombiano.

Vista desde la isla de San Andrés. Foto de Ana María Jessie.
El coral es un animal marino que suele vivir en colonias y formar arrecifes. Aunque a veces parecen piedras o plantas, en realidad son seres vivos que no deben ser tocados porque son muy sensibles y el tacto puede dañar su tejido, transmitir bacterias y alterar su equilibrio. En tierra o buceando, ves sus formas ovaladas y redondas, en sus pieles caminos que son como raíces y ramas sumergidas entre los azules y los peces coloridos. En las tres islas caribeñas aún puedes observar su belleza.
Pero el archipiélago no es el mismo que antes. Eso dicen las personas raizales negras y mayoras, que han habitado estas islas por más de cien años. A pesar de ser uno de los sitios con mayor biodiversidad del Caribe y de tener una de las mayores formaciones coralinas de América, los huracanes, la contaminación, la gentrificación, el turismo destructivo, la corrupción y la crisis climática han dejado su huella. El pueblo raizal y el arrecife coralino siguen resistiendo frente al blanqueamiento y las herencias coloniales.
Calentamiento global y blanqueamiento de corales
Para Casimiro Beer Newball, un pescador de sesenta años que vive en Old Providence, la barrera es como un guardián que los cuida. Newball ha presenciado el blanqueamiento del coral. «Duele mucho, para mí», dice. «Es ver cómo se apaga poco a poco el corazón de la mar, y si no cuidamos ese corazón, también se apaga la vida que depende de ella, incluyendo la nuestra. Cuando el coral muere, ya no hay arrecife que proteja ni que dé refugio».
El blanqueamiento es una respuesta del coral ante situaciones de estrés. Todos los corales viven en simbiosis —una asociación prolongada de dos organismos de especies diferentes en las que se benefician mutuamente para sobrevivir— con unas microalgas llamadas zooxantelas. Estas algas producen azúcares y oxígeno mediante fotosíntesis y alimentan al coral. Cuando el agua se calienta demasiado, altera el metabolismo de la alga y, en lugar de producir energía de forma estable, empieza a liberar moléculas tóxicas para protegerse de esos compuestos dañinos. Cuando esto ocurre, el coral expulsa las algas de sus tejidos y estas se van en busca de espacios menos calientes. En ese momento, el coral comienza a blanquearse. Si la temperatura baja, las algas regresan al coral, ya que este les ofrece refugio y nutrientes.
Según María Fernanda Amaya, bióloga marina, directora y cofundadora de Blue Indigo, una fundación que desde 2020 trabaja por la conservación y restauración de ecosistemas costeros y marinos en San Andrés, se ha perdido casi el 50 % de los arrecifes del mundo, en gran parte debido al blanqueamiento. Y San Andrés, Old Providence and Ketlina no están exentos de este proceso.

«Las barreras coralinas han sufrido mucho en los últimos años. A finales de 2020, 2023 y 2024 tuvimos un aumento de la temperatura del mar muy crítico, que causó la muerte entre el 80 y el 90 % de las colonias de los corales formadores de barreras, que son los corales duros», dice Amaya. «La temperatura en San Andrés pasó de estar en unos veintisiete grados centígrados a treinta y dos grados centígrados, y se mantuvo durante meses. Los corales se empezaron a blanquear y perdimos un número muy grande de colonias que habíamos trasplantado».
Amaya dice que los corales están siendo atacados por una enfermedad de pérdida de tejidos. Hay colonias de cien años que pueden morir en un mes. Esta enfermedad produce lesiones blancas en el tejido del coral y causa su muerte. Su causa principal no es la alta temperatura del agua. Fronteras de Ciencias Marinas, una organización científica que investiga los ecosistemas marinos y costeros para promover su conservación y manejo sostenible, explica que la enfermedad puede producirse y transmitirse por agua de lastre de barcos, corrientes marinas y contacto directo entre corales enfermos y sanos.
«Ahora perdimos otra cantidad de especies de corales duros, que son constructores de arrecifes», dice Amaya. «Esta enfermedad está en el Caribe desde el año 2014 y en San Andrés la tenemos desde el año 2020. Tiene un avance sumamente rápido. Estamos haciendo aplicaciones de antibióticos que son útiles para detener la enfermedad y junto a universidades de Estados Unidos estamos sacando muestras para ver cómo podemos producir los probióticos para detenerla».
Siembra y abastecimiento de coral en guarderías

Guardería de coral en Old Providence. Foto de Ana María Jessie.
Trisha Yanira Forbes es una bióloga marina del archipiélago. Por muchos años ha trabajado en diferentes proyectos de rehabilitación de arrecifes coralinos, bajando a la mar y sembrando corales en fragmentación. Este proceso consiste en cortar corales sanos, ponerlos en bases redondas y cultivarlos en guarderías marinas para, después de un tiempo, trasplantarlos al arrecife.
«En San Andrés trabajamos con viveros de mesa, viveros colgantes y reef balls, que son estructuras de concreto ecológico que simulan un arrecife y sobre ellos trasplantamos corales. Restauramos especies clave como Acropora palmata, Porites astreoides y Pseudodiploria clivosa, porque son especies que se encuentran en estado vulnerable o estado crítico. Por otro lado, porque son esenciales para recuperar hábitats coralinas», dice Forbes.
De acuerdo con Forbes, en estos años se han sembrado miles de fragmentos que hoy ya crecen en el arrecife. Sin embargo, el mayor reto es el aumento de la temperatura del mar, la contaminación y la falta de recursos constantes para sostener el proceso.
Amaya explica que la pérdida y la muerte de los corales está siendo mucho más rápida que los avances en restauración. Por eso, desde Blue Indigo, realizan el abastecimiento de corales tanto en la fragmentación como en la reproducción sexual a través del desove.
Al igual que otros animales, los corales se reproducen sexualmente: hay huevos, esperma y fecundación. Para garantizar su supervivencia, los huevos se recolectan en la mar y se llevan al laboratorio, donde se mezclan los de distintas colonias. Las larvas que resultan se fijan a sustratos en forma de estrella, donde comienzan a desarrollarse. Luego son trasladadas a guarderías marinas durante seis meses. Finalmente, son llevados a los arrecifes, donde enfrentan su proceso de adaptación.
Amaya asegura que el proceso tiene complejidades, debido a que cada especie tiene una hora y un día en el año para el desove. Para cuidar los huevos en el laboratorio, se usan luces especiales para verlos. Lo más importante es tener unas condiciones controladas de la temperatura del agua y una buena evaporación que asegure la salinidad y la supervivencia de los corales bebés.
La barrera de coral como medio de vida del pueblo raizal
La barrera de coral más grande del mundo se encuentra ubicada en Australia. La segunda se encuentra en México. Para Newball, el pescador de Old Providence, quien ha vivido toda su vida en el archipiélago, «la tercera barrera de coral [más grande del mundo] es un tesoro de nuestra isla, porque no solo nos protege de huracanes y olas fuertes, sino que guarda una riqueza enorme de vida marina».
«Antes, cerca de los corales había abundancia: pargos, meros, caracol, langosta… —continúa Newball—. Ahora hay arrecifes que parecen desiertos, blancos y sin peces. Los animales marinos pierden su casa, muchos no sobreviven y otros se van lejos buscando dónde vivir. Eso significa menos pesca, más esfuerzo para los pescadores y más riesgo de que se acaben las especies que nos han dado alimento toda la vida».
De acuerdo con Coralina, en los arrecifes, se han identificado cincuenta y siete especies de coral y 273 especies de peces, dos de ellas endémicas. Sin embargo, están en riesgo de perderse por el blanqueamiento y la crisis climática.
San Andrés es una isla de origen arrecifal, las personas viven sobre un antiguo arrecife de coral que emergió hace miles de años por efectos de la glaciación. En zonas altas, como la loma de la primera Iglesia Bautista, basta cavar setenta centímetros para encontrar una capa calcárea: el esqueleto del arrecife sobre el que se construyó la isla.
Si el pueblo raizal pierde los arrecifes, añade, se pierde la belleza del maritorio ancestral. No solo esto: el turismo, del cual depende el 90 % de la economía de las islas, se vería afectado. La pesca también disminuiría. «Los procesos de erosión costera van a aumentar significativamente y el respeto por este ecosistema en el que vivimos lo estamos violando, en el sentido de que no le estamos aportando más que extrayendo. Solamente le estamos extrayendo», asegura Amaya.

Trabajar en red es la solución
Forbes dice que la mar siempre ha sido su casa y que los corales son como bosques submarinos, parte esencial de la memoria raizal. Por eso, desde niña, nunca los veía como un paisaje, sino como proveedores de vida y de historias. Debido a esto, para ella, tanto los pescadores, como los buzos y, sobre todo, los jóvenes raizales deben trabajar en red para sanar el arrecife. Según Forbes, «son ellos quienes heredan no sólo la mar, sino la responsabilidad de cuidarlo. Cada guardería que levantamos es también un aula de enseñanza. Es demostrar que las mujeres raizales también tenemos un papel fundamental en la ciencia y la conservación».
Para Amaya, el reto está en seguir buscando estrategias que aceleren el proceso de restauración de corales. Este debe estar soportado siempre con tecnología, investigación y ciencia. El término «sembrar corales», explica, es mal usado, pues no se trata solo de ponerlos en guarderías; implica todo un proceso de cuidado y seguimiento para que crezcan, sobrevivan y perduren en el tiempo. Por eso es tan importante el apoyo de los programas de restauración.
«Necesitamos el soporte y respaldo de los programas de restauración. No podemos tener guarderías solo por tener números. Hoy pasa mucho que no son proyectos de restauración más que procesos de particulares, de tomarse la foto y ya. Esto pasa con corales, con árboles, manglares, tortugas marinas, pasa en el mundo entero. Entonces toca seguir haciendo un gran esfuerzo en red y con la comunidad», continúa. «Necesitamos que la gente se haga consciente de lo que es su maritorio, porque el territorio no es la tierra emergida, es la tierra sumergida. Entonces las instituciones, si se ven forzadas, lo tienen que hacer, pero es la comunidad la que tiene que sentir que esto es parte de su tierra: la tierra donde tenemos nuestras casas».
Newball, el pescador de Old Providence, dice que lo más importante es que todos trabajemos juntos: «Pescadores, comunidad, autoridades y científicos. El arrecife es de todos y solo unidos podemos salvarlo. Es un trabajo que no es solo para hoy, sino para el futuro de nuestros hijos y nietos».
*Esta investigación periodística fue realizada con apoyo de la Beca Relatos de región: Periodismo local que explica Colombia y el contenido de la misma es responsabilidad exclusiva del autor*