Erial
Diana Obando
Laguna Libros
121 páginas
La mayoría de los relatos de Erial tienen en su centro a un niño o niña que se enfrenta a una situación desconocida. Conocemos a Ana y Salomé, dos hermanas que esperan el regreso de sus padres en un carro averiado en el páramo. A Simón, que empuña un cuchillo y se prepara para degollar una res en una finca. A John Jairo, que un día se escapa para acampar a solas en el monte. Con agudeza, Obando se centra en el momento cuando les nace un miedo o se les quiebra una impresión. Pero la escritora bogotana no solo se limita a los confines de la infancia. En Erial, que ganó el Premio Nacional de Narrativa Elisa Mújica, también explora los nudos familiares y la amistad adulta. Y si bien no es fácil señalar lo que comparten los dieciocho relatos del libro, quizás la respuesta no se encuentre en las tramas, sino en la mirada cuidadosa de Obando; en su capacidad, mejor dicho, de mirar con atención. Porque su literatura no parece guiada por un deseo de esclarecer una situación; parece guiada, más bien, por el de sondear aquello que se esconde —y se agrieta— en los pliegues de la intimidad.
Christopher Tibble
Más tareas no hechas
Luis Miguel Rivas
Seix Barral
280 páginas
Leer a Luis Miguel Rivas produce una nostalgia invertida. En lugar de permanecer estancados en el placer y la añoranza del pasado, sentimos el deseo de habitar la memoria en el futuro: de quedarnos en la certeza de pertenecer a una lengua que no caduca. En sus palabras hay formas de reconocernos tan íntimas, tan graciosas, que todo termina siendo un descubrimiento de recuerdos. En Más tareas no hechas, Rivas nos invita a dar un vistazo a su ventana interna; al principio acudimos por el morbo de ver el mundo como lo ve otro y luego nos quedamos al no sentir el deseo —ni el interés— de soltarnos de sus palabras. Estos relatos o crónicas o chismes nos dejan la misma sensación que el escritor confiesa al inicio del libro: «el descanso de haber dicho». Lo que antes era una ventana, cuando uno termina de leer Más tareas no hechas, toma la forma de un espejo: rotundo, pleno, abierto. El reflejo no es el del autor ni el del lector: es el de alguien extraño, una combinación entre uno y el otro en un tiempo distinto, emocional y vertiginoso.
Camila Builes
Todas las que fuimos
Juanita Hincapié
Editorial Zaíno
122 páginas
Ver un volcán (el Ruiz) todos los días tiene que provocar algo en cómo entendemos los episodios de la vida, qué tan luminosos u opresivos nos parecen. Ese paisaje, esos gestos, reposan en las palabras de este libro, en el que, a través de la inteligencia que genera el no apresurarse, se describe lo privado y lo común: la casa en la que crecimos, la ausencia y la amistad, la curiosidad por el dolor, eso que ignoramos y que nos lleva al descubrimiento del placer. Una gramática distinta atraviesa estos cuentos: esa única, secreta y superior que junta a la madre con su hija, esa que las une en el miedo, la repetición, las verdades terribles, y las hace soportar el torbellino del tiempo. El sonido importa mucho en este libro: refina la imaginación y permite que la hija y la madre se encuentren: ¿no es acaso el primer latido del corazón lo que compone nuestra arqueología del ruido? Estamos ante un balance milagroso entre el peligroso remedo de lo establecido y la ingenuidad de lo transgresor.
Tomás David Rubio
Los mejores 50 libros de 2023
Este especial fue financiado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes.