Finalmente, llegué a Griselda. Los ataques mordaces en redes sociales, los «expertos» criticando el guión o el reparto, y el tufillo de superioridad moral de aquellos que vociferan que las series de este tipo no deberían existir, fueron el anzuelo que mordí para asistir, en primera fila, al festín sangriento y nostálgico de la coca, la extravagancia y los excesos de los narcotraficantes colombianos y sicarios cubanos que inundaron Florida a finales de los setenta.
Mi llegada no fue optimista. Entré sospechando lo que finalmente sucedió: la ficción superó la realidad y lo sórdido buscó darle fuerza a lo que argumentativamente le faltaba peso. Sospeché lo contrario, que había más tela por cortar, pero no fue así, cuestiones de marketing, supongo. Sobre esto, los expertos en cine tendrán la última palabra. Yo, por mi parte, me limitaré a mi obsesión: analizarlo todo desde los ojos o, más bien, desde los oídos.
Griselda transcurre a finales de los años setenta y abarca principios de los ochenta, una época de ebullición en el espectro musical latino. En esa misma época, Rubén Blades estaba siendo galardonado por su álbum Siembra, los Bee Gees estaban sonando en todas las emisoras del planeta, Willie Colón se lanzaba como solista con Sin poderte hablar y John Lennon había soñado con un mundo mejor en Imagine; un mundo del cual, paradójicamente, partiría abruptamente al ser asesinado por uno de sus admiradores en Nueva York el 8 de diciembre de 1980.
En Miami es imposible hablar del fenómeno musical sin mencionar a Cuba, desde sus migraciones a ciudades como Tampa en tiempos de José Martí hasta el éxodo ocasionado por la revolución a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. La sonoridad de la isla ha jugado un papel fundamental en la identidad musical de la ciudad. El fenómeno de Mariel, recreado en la serie, fue determinante para todo lo que sucedió después en Florida en la música, la pintura, la literatura y toda la escena artística en general proveniente de la isla.
Miami, a diferencia de Nueva York, no tuvo un movimiento propiamente salsero. El contexto marginal que se vivió en Harlem o El Bronx en los sesenta fue muy diferente al de Hialeah después de Mariel en Miami. No es igual el panorama de un cubano que emigra a Florida en busca de oportunidades y huyendo de un régimen que le llama «gusano» por no encajar en el sistema, a la de un puertorriqueño que ya es estadounidense desde su nacimiento y se abre espacio en una ciudad hostil como Nueva York, que le cierra las puertas por su condición y se le vuelve una excusa para cantar desde la rebeldía y la desazón. El primero se encuentra con una ciudad que respira la nostalgia y las añoranzas del país abandonado que pretende recrear en suelo americano, el segundo no tiene ese arraigo y, aunque añora sus raíces, puede volver cuando quiera a Puerto Rico, y es justo de ahí que se apropia del lenguaje desenvuelto de la calle y lo vuelve una música rebelde, la que reinó en la selva de cemento: la salsa.
La nostalgia cubana en Florida se ve reflejada en la sonoridad de artistas tradicionales como Israel López «Cachao» y muchas de las figuras de la Sonora Matancera, que tiempo después seguían sonando en Miami en un intento por prolongar, desde la distancia, el flash sonoro de lo que vivía la isla en tiempos previos a la revolución del 59. Quizás la exaltación de figuras como Roberto Torres, Willy Chirino, Gloria Estefan, Hansel y Raúl y hasta Jorge Luis Piloto, exitoso compositor que llegó a Miami durante el éxodo de Mariel, son el reflejo de que en la música de Miami converge la sonoridad clásica de aquella nostalgia y la repentina sorpresa de una ciudad que se abre paso a lo moderno con el arrollador imaginario de Miami Vice.
¿Qué sonaba en las radios de Miami por aquel entonces? Buena pregunta. Buscando en archivos, recuerdos y listados, logré recrear ese momento en esta playlist, un intento por evocar una época y un lugar específicos que no pretende para nada reemplazar la banda sonora de un producto que ya la tiene. Una selección para enmarcar un periodo valioso e interesante para la música y el contexto de aquel momento en esa ciudad del sol.
Este listado es un pasaporte sonoro hacia una era y un ambiente musical únicos. Desde la «cubanía» americana de Hansel y Raúl o Gloria Estefan, el frenético sonido disco de los Bee Gees, la pincelada brasileña de Willie Colón versionando a Eddy Grant, hasta el saxo de Paquito D’Rivera contrastando con la potencia de Earth, Wind & Fire y su armonía estridente. Incluso la cadencia de Mongo Santamaría abriéndole paso a Boney M. y a la Fania All Stars, que se abría camino con un sonido similar al latin funk de Carlos Santana. Una compilación que seguramente ambientó algunas de las huidas de Griselda evadiendo la justicia o acompañó las excéntricas veladas de Rafa Salazar y sus compinches.
Nota: La canción dos y la diez son la misma, pero solo los más detallistas se darán cuenta.
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