Los orígenes
A mediados de los años sesenta, en medio del furor de la bonanza algodonera, una oleada de migrantes de todo el país, familias enteras que buscaban un mejor futuro, empezaron a radicarse en la región noroccidental del antiguo Magdalena Grande. Roberto Geles y su mujer Hilda Suárez, provenientes de Mahates, decidieron establecerse en el 12 de octubre, un barrio popular de Valledupar.
El municipio de Mahates está a solo una hora de Cartagena de Indias, en el departamento de Bolívar. Tiene 29.355 habitantes y es reconocido por ser la cuna de personajes importantes para el folclore, el deporte y la cultura del país. Irene Martínez, Antonio Cervantes «Kid Pambelé», la Niña Emilia Herrera, Los Soneros de Gamero, Magín Díaz e Isabel León, entre otros, nacieron allí. El talento florece en este territorio, a pesar de las condiciones de pobreza que aún no se resuelven.
Omar Antonio, uno de los retoños de Roberto e Hilda, nació el 15 de febrero de 1967, diez meses antes de la creación del departamento del Cesar y un año antes del primer Festival Vallenato. Cuando el pequeño tenía tres años, su padre llegó con dos regalos: un acordeón para su hermano Juan Manuel y un tambor para él. Al poco tiempo sucedió uno de los eventos que más lo marcaría: el abandono del padre. El tiempo y su talento arrollador, sin embargo, le dieron las herramientas para conjurar el sufrimiento, el mismo que expresaría en su canción titulada «Historia»:
Yo no pensé que mi vida
iba a ser alegre,
iba a ser feliz,
cuando comencé a vivirla,
mi padre querido
se alejó de mí.
Se marchó y me dejó solo,
junto con mi madre
me tocó sufrir.
Pasando miles trabajos,
pero nunca es tarde,
ahora soy feliz.
Y antes de irse
mi buen padre
compró una acordeón
pa que mi hermano
algún día aprendiera
a interpretarla.
Pero ya sabe
que mi hermanito nunca aprendió,
y aprendí yo
y creció el vallenato en mi alma.
En una ciudad donde eran desconocidos, lejos de familiares y amigos, y abandonados por quien se suponía debía brindar protección y sustento, la miseria acechaba la casa donde vivía Hilda con sus pequeños hijos. Pero ella no se dejó intimidar. Lavaba y planchaba ropa de todo el que pudiera pagarle. Sus manos arrugadas por el agua y su espalda encorvada denotaban cansancio, pero poco le importaba: su trabajo incansable le permitía poner algo de comida en la mesa. A su lado, Omar aprendió a trabajar desde muy pequeño, y gracias a su talento el dinero empezó a llegar. Era un niño prodigio del acordeón.
En cierta ocasión, para unos carnavales, Hilda llevó al pequeño Omar para que participara en un programa famoso en la región del Cesar y La Guajira: El Porrazo del Carnaval, de la emisora Radio Guatapurí. Cuenta el periodista y locutor Mario J. Puerta que el niño llegó vestido con un pantalón rojo, zapatos rojos, una camisa de rayas rojas y blancas. Tocó tan bien que Puerta dijo: «Ve, este es un diablito». Al niño no le gustó el comentario. Se molestaba cuando le decían diablito, pero pronto entendió que el remoquete era una marca poderosa, así que, con el tiempo, lo aceptó y le sacó jugo.
Los Diablitos y la fama
En 1983 dos jóvenes talentosos cruzaron caminos en una parranda, en Valledupar. Ambos provenían del mismo estrato social y compartían los mismos sueños. Miguel Morales y Omar Geles reunieron un conjunto de músicos, jóvenes y talentosos como ellos, y se lanzaron a hacer presentaciones en las fiestas patronales de los pueblos de la región y en reuniones sociales. En 1985 lograron grabar su primer elepé: De verdad, verdad.
La unión Morales-Geles se volvió famosa con el nombre de Los Diablitos y se consolidó en 1986, cuando lanzaron el álbum Especiales, que incluyó la canción «Te esperaré», la primera de la autoría de Geles, que nació de una experiencia personal:
Ay, si esta es la verdad por qué voy a negarla.
Estoy enamorado de unos ojos bellos.
Primera vez que me entrego con toda el alma
y no puedo ocultarlo; es verdad que te quiero.
Primera vez que me entrego con toda el alma
y no puedo ocultarlo; es verdad que te quiero.
Pero hay barreras que me impiden verte:
una que está lejos de mí,
otra que no puede saber la gente,
que tú eres solo para mí.
En 1991, después de cumplir los compromisos del Festival Vallenato, se dio la separación de la dupla Morales-Geles. Las causas de la ruptura no son claras, pero cada uno continuó con su camino artístico: Miguel formó pareja musical con Victor «Rey» Reyes mientras que Omar continuó al frente de Los Diablitos. La agrupación no se acabó; al contrario, se renovó una y otra vez. En 1992 ingresó Jesús Manuel Estrada, con quien Geles grabó su canción más exitosa, «Los caminos de la vida»:
Los caminos de la vida
no son como yo pensaba,
como los imaginaba,
no son como yo creía.
Los caminos de la vida
son muy difícil de andarlos,
difícil de caminarlos
y no encuentro la salida.
Yo pensaba que la vida era distinta,
cuando estaba pequeñito yo creía
que las cosas eran fácil como ayer.
Que mi viejecita buena se esmeraba
por darme todo lo que necesitaba
y hoy me doy cuenta que tan fácil no es.
Porque a mi viejita ya está cansada
de trabajar pa mi hermano y pa mí.
Y ahora con gusto me toca ayudarla
Y por mi vieja lucharé hasta el fin.
La canción cuenta los sufrimientos de la madre abandonada. «Los caminos de la vida» se ha vuelto la segunda canción más versionada del vallenato con treinta y cinco adaptaciones diferentes, solo superada por «La Gota Fría», de Emiliano Zuleta Baquero.
En 1994, Omar invitó a su agrupación a Alex Manga, que era corista de Jorge Oñate. Esa invitación se convertiría en una colaboración de diez años. La voz potente y expresiva de Manga se adecuó al estilo romántico que Geles venía desarrollando desde principios de los noventa, cuando empezó a internacionalizarse. Juntos grabaron canciones exitosas como «Tú vas a volar», «Cuando casi te olvidaba», «Me tiraste al mar» y «Que no me faltes tú», entre muchas otras.
El Festival Vallenato
Antes de que la fama llegara a su vida, Omar Geles Suárez participó en varias ocasiones en el Festival de la Leyenda Vallenata. Este certamen, el más importante de la música tradicional de acordeón del Caribe colombiano, se celebra cada año en Valledupar durante los últimos días de abril.
Para la mayoría de los acordeoneros, el logro más grande de sus carreras es inscribir sus nombres en el listado de reyes o ganadores de este festival. Ganar no solo significa reconocimiento y prestigio, sino la consagración de una vida dedicada a la música, a las historias cantadas con pasión y al inconfundible sonido del acordeón. Es tocar el cielo con las manos.
En 1981, frente a la plaza Alfonso López abarrotada de espectadores, Omar Geles «el Diablito» se presentó en la categoría infantil, en la que obtuvo el segundo lugar. Su digitación fue tan portentosa que el público lo consideró el ganador. Luego se coronó como rey semiprofesional de 1985 y dos años después, en 1987, se quedó con la victoria en el concurso de Rey de Reyes en la misma categoría.
En 1989, ya como profesional, Omar se batió en duelo musical contra su archirrival, Gonzalo Arturo «el Cocha Molina». Ambos hacían parte de la camada de acordeoneros que, a mediados de los ochenta, empezaron a despuntar como el relevo generacional de los primeros juglares. Los dos encarnaban estratos sociales distintos: Molina provenía de la élite, mientras el pueblo se veía representado en Geles, de origen popular. El estilo de ejecutar el acordeón era radicalmente opuesto. El Cocha bebió de una fuente directa: Colacho Mendoza; Omar se sentía más atraído por la novedosa digitación de Israel Romero.
La final de 1989 estuvo apretada pero, después de escuchar la ejecución de los cuatro aires vallenatos, el jurado calificador declaró a Geles como el vencedor. Al Cocha le tocó esperar un año más para hacer parte del listado de reyes vallenatos. La rivalidad se revivió casi una década después. En 1997, en una edición especial de Festival Vallenato en la que solo participaban los reyes de las ediciones anteriores, el Diablito y el Cocha Molina se volvieron a batir en la final. En el último duelo triunfó el Cocha.
En Escalona, la exitosa producción de la televisión nacional colombiana de principios de los noventa, basada en la vida del compositor vallenato Rafael Escalona, producida por Sergio Cabrera y protagonizada por Carlos Vives, se hizo un guiño a este antagonismo musical. Omar Geles interpretó a Simón Salas. En una de las escenas, el diablo lo reta a un duelo de acordeón en una gallera. Lo curioso es que fue el Cocha quien hizo el papel del diablo.
Compositor y productor musical
A finales de los noventa, Omar Geles creó OGS, uno de los primeros estudios de grabación en la ciudad de Valledupar. Era un espacio diseñado para capturar y producir sonido con calidad. Tenía paredes insonorizadas, cubiertas con paneles acústicos que evitaban el eco o las reverberaciones, y pisos alfombrados y climatizados para hacerle frente a los 40 °C bajo sombra de Valledupar. Allí, Omar se encerraba por horas a producir sus canciones y los trabajos discográficos de sus colegas. Esa decisión le permitió acercarse a las nuevas generaciones del vallenato, que ya no necesitaban viajar a Medellín o a Bogotá para grabar su música. Así se vinculó al vallenato contemporáneo como compositor, arreglista y mecenas. Sus letras y melodías fueron interpretadas por artistas como Diomedes Díaz, Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Jorge Celedón, Silvestre Dangond, Martín Elías, Ana del Castillo y otros.
En los primeros años del siglo XXI, sus canciones ya se habían convertido en sinónimo de éxito y se encontraban entre las más apetecidas y demandadas por los cantantes vallenatos. En 2023, en una entrevista para Víctor Sánchez Rincones, Omar Geles declaró que cobraba sesenta millones de pesos por entregar la autorización para grabar alguna de sus obras inéditas.
Y es que Geles no solo innovó en su forma de componer experimentando con sonidos y ritmos distintos a los del vallenato tradicional. De igual manera lo hizo en el formato de las agrupaciones que conformó a través del tiempo: fue uno de los primeros en tener dos cantantes en tarima, cantando a varias voces o interpretando temas como solistas. Más adelante, en 2004, creó el grupo musical La Gente de Omar Geles, que presentaba a dos cantantes y dos acordeoneros; más adelante, grupos como Kvrass o La Banda del 5 popularizaron este estilo.
La escultura y el legado
Omar Geles Suárez falleció el 21 de mayo de 2024 a causa de un infarto fulminante mientras jugaba un partido de tenis. Tenía cincuenta y siete años. Su repentina partida dejó un vacío inmenso en la música vallenata y entre sus seres queridos. Hoy se le recuerda como un hombre sonriente, amable, sincero, cercano a quienes acudían a él, familiar y enamorado de la vida. En medio de su dolor, Gustavo, el mayor de los Geles Suárez, recordó que Omar tenía a la mayoría de sus hermanos en la nómina de su agrupación, así no participaran activamente en esta.
El mundo del vallenato ya había empezado a inmortalizar su recuerdo. Un año antes de su muerte, en marzo de 2023, se develó una escultura en cera en su honor como parte del cuestionado proyecto del Centro Cultural de la Música Vallenata. La iniciativa, liderada por la Gobernación del Cesar, pretende hacer un museo que albergue las efigies enceradas de los artistas vallenatos.
El sitio elegido para el homenaje a Omar Geles fue la plaza principal del barrio 12 de octubre. En el evento, la Gobernación emitió un decreto reconociendo al acordeonero, creador y arreglista como nuevo juglar del folclor destacando «el aporte que este artista ha hecho a la música vallenata, por su destreza en la interpretación del acordeón, por su fructífera faceta de compositor, por su versatilidad como cantante, por haber llevado este género musical a todos los rincones del mundo».
A juzgar por las reacciones a su muerte, se puede decir que el legado de Omar Geles Suárez se mantendrá en el tiempo más allá de su destreza musical, porque en vida representó la esencia misma de la juglaría, en la que el vínculo con el pueblo y la capacidad de contar historias se erigen como pilares fundamentales. Su habilidad para transmitir las vivencias y emociones populares a través de la música, combinada con su cercanía con el público y su virtuosismo al ejecutar el acordeón, lo consagraron como un auténtico juglar contemporáneo. Más allá de decretos y formalidades, es el reconocimiento del sentir popular lo que ha enaltecido su figura, asegurando que su legado perdurará en la memoria colectiva como un fiel reflejo de la tradición y el alma vallenata.
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