Myriam de Nogales, la mamá de la escritora Melba Escobar, se intentó suicidar. ¿Por qué se quiso matar? ¿Quién era ella? ¿De dónde venía? ¿Quiénes eran sus padres, sus abuelos, sus ancestros? ¿Cómo diablos terminó casada con un colombiano al que sus parientes consideraban un estibador del puerto de Buenaventura y poco más? ¿Cómo hizo ese «estibador» para terminar de alcalde de Cali y ministro de Estado? ¿Se amaron sus padres? ¿Se odiaron? ¿Myriam estaba loca? ¿Myriam fue una buena madre? ¿Qué es ser buena madre? ¿Qué es ser mala madre?

Melba Escobar (Cali, 1976) responde esas y otras preguntas en su más reciente novela, Las huérfanas (Seix Barral, 2024). Con una prosa magnética y una investigación casi forense, la escritora logra desentrañar los más íntimos secretos de una familia conformada por españoles nobles venidos a menos y por caleños campesinos venidos a más. 

«Antes de eso —escribe Escobar— había padecido no la orfandad de los que no tienen a sus padres, sino la de quienes los tienen pero demasiado ausentes o incapaces de hacerse cargo. Y con los años he llegado a pensar que acaso esa es la peor de las orfandades. Porque el huérfano sin padres vivos puede imaginarse a unos padres amorosos, presentes, que lo quieren y lo protegen. Pero los huérfanos de padres presentes tenemos que lidiar con que los padres no puedan estar presentes del modo en que quisiéramos».

Las huérfanas se puede leer como un homenaje amargo —también dulce— que la autora le hace a su madre… Quizás lo más interesante del libro es que, a pesar de la cercanía, Escobar toma distancia. Muestra a una mujer atormentada, cercana al precipicio de la locura, pero también profundamente inteligente. Revela la figura del marido que tuvo, de la suegra, de las cuñadas y del mundo al que le tocó enfrentarse sola, hasta el día en que decidió —por amor— dejar Europa para llegar a vivir al Valle del Cauca, primero en una finca y después en una ciudad que apenas estaba entrando en la modernidad. 

¿Es esta novela un gesto de perdón entre madre e hija? Tal vez, pero dejemos que nos lo cuente la propia escritora: 

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