Los mejores 50 libros del año

Novela Gráfica

Fotografía: Lucía Gómez

Chicorito me escucha recopila ochenta cómics de cuatro viñetas cuadradas que leí por primera vez en la cuenta de Instagram de la autora; es decir, de forma virtual y a modo de carrusel, deslizando una pieza después de otra, descubriendo una imagen a la vez y visualizando la historia completa al final de la publicación. Estas tiras (si es que podemos llamarlas así) de dibujo divertido y limpio me han hecho sonreír y me han arrugado el corazón en más de una ocasión. Chicorito (o rana, como le dicen cariñosamente por esos ojos saltones que todo lo ven) acompaña a Catalina en su cotidianidad como un personaje que no habla pero que sí es muy expresivo al aparecer en el dibujo. Es su confidente y, claramente, su mejor amigo. Poder leer este registro que retrata ese vínculo especial y personal que tenemos con los animales de compañía, en este caso con un perro, por fuera de la virtualidad, en lo tangible del papel y en el formato completo de dos viñetas arriba y dos abajo, es una gran oportunidad para evidenciar el poder que tiene la historieta para contar historias.

Laura Guarisco

En La muerte blanca, la más reciente publicación del historietista soachuno Gusanillo (Miguel Vallejo), los personajes femeninos se llevan el protagonismo. Carlota, la secretaria del alcalde, y Margarita, una administradora, pasan a la acción cuando la brigada 14 del Ejército amenaza con acabar con la ciudad de Guarania, en su paso hacia la capital. Por supuesto, sus decisiones no estarán exentas de críticas, pero juntas logran tramar un plan en el que la astucia hace gala, pese a las ambiciones y a la violencia imperante. Este cómic se publicó primero de forma semanal en la cuenta de Instagram del autor, pero esta edición impresa nos permite apreciar mejor la composición de cada página, así como el trazo ágil y dinámico que lo caracteriza. En este libro, Gusanillo demuestra, una vez más, su capacidad narrativa en una historia en la que las motivaciones de múltiples personajes se van hilvanando de a poco hasta llegar a un desenlace en el que incluso la clave secreta cobra sentido. Todo esto en un universo de ciencia ficción en el que los árboles tienen cabeza de animal y los tanques de guerra son capaces de reproducirse.

Estefanía Henao Barrera

Fotografías: Museo Nacional.

«Omnia mors aequat»: la muerte todo lo iguala, reza la máxima. Memento mori trae de vuelta a la luz los restos sepultados en el Cementerio de pobres, una parte desaparecida del Cementerio Central de Bogotá, para que revelen lo contrario: las desigualdades que signan la vida dejan su marca en la posteridad. Una joven estudiante de antropología se une a un proyecto que estudia restos humanos enterrados a lo largo de un siglo. Su búsqueda profesional se entrelaza con otra más íntima: conjurar respuestas a una cáustica ausencia familiar. Un estimulante diálogo interdisciplinar se despliega con dinamismo por medio de los trazos de Ivanquio, cuyo estilo, instalado en la intersección de las escuelas estadounidense, japonesa y francobelga, incorpora guiños visuales —desde Hellblazer pasando por Néstor Elí hasta Berserk— sin perder la precisión documental al retratar procedimientos científicos y una Bogotá que respira como un personaje más. El resultado es un cómic que une la investigación y arte de una manera honesta y luminosa para hablarnos sobre lo inescapable.

Ricardo Rodríguez Quintero

Fotografía: archivo personal.

Hay una tensión rica entre el título y subtítulo de este libro. Su título es Salpicón, una referencia a ese caos frutal disponible en calles y tiendas, y su subtítulo es Antología de cómic minimal. ¿Salpicón minimal? Es un proyecto ganador de un apoyo del Ministerio de las Culturas editado por Ana María Lozano quien, en su editorial Palm Press, ha emprendido una exploración singular de las posibilidades de lo gráfico. Esta antología reúne catorce artistas diversos. Hay aportes cercanos al minimalismo del subtítulo (Sophía Prieto, Juliana Toro, Camilo García, Edi Jiménez, Julián B. Ramírez), otros lo rompen con variaciones tonales, texturales y de intensidad (Manuela Guzmán, Alita, Javier Fábregas, darares) y otros más lo hacen abriendo las posibilidades del lenguaje del cómic, con encuadres dentro de encuadres y acciones dinámicas (Natalia Rojas Noy, Daniel Santiago Blanco, Angélica Duque, Juan David Quintero, Mateo Soto). Uno ve estos cómics y se sorprende por los dibujos, la pasión, la técnica, la curiosidad, por el trabajo cuidadoso, casi obsesivo, de estos artistas y su depuración de un lenguaje que empieza a tener la visibilidad y proyección que merece.

Manuel Kalmanovitz