Juan Pablo Barrientos ha sido reconocido como el ganador del Premio Reporteros Sin Fronteras a la Libertad de Prensa en la categoría de Impacto. Los jurados tuvieron en cuenta el trabajo investigativo que desde hace cinco años lleva a cabo el director de CasaMacondo sobre la pederastia en la Iglesia católica colombiana, logrando sentar jurisprudencia con las sentencias T/091-20 y SU/191-22 de la Corte Constitucional.
Barrientos estuvo nominado junto a los periodistas Christo Grozev (Rusia), Kavita Devi (India) y Thanasis Koukakis (Grecia). Este año también fueron premiados los periodistas José Rubén Zamora (Guatemala), en la categoría de Independencia, y Mohamed Ibrahim Radwan (Egipto), en la categoría de Coraje.
Este es el discurso de aceptación del premio de Juan Pablo Barrientos en Bruselas*:
El 4 de octubre recibí una llamada de Reporteros Sin Fronteras en la que me notificaban sobre este premio. Si esa llamada se hubiera retrasado una semana más, aquí, en este auditorio, estarían los periodistas que están arriesgando sus vidas cubriendo la guerra desatada por Benjamín Netanyahu y el Gobierno de Israel contra la población palestina, tras el atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre.
Hoy quiero rendir homenaje a los cincuenta y un periodistas que han sido asesinados en los últimos cincuenta días y a todos aquellos que, sabiendo que también pueden ser asesinados, están cubriendo con valentía, impacto e independencia la masacre del Gobierno israelí contra el pueblo palestino. Esas tres palabras, coraje, impacto e independencia, son las que celebramos esta noche, y aunque agradezco el premio que se me ha concedido, celebro la vida y la trayectoria de los compañeros martirizados en esta guerra.
No puedo permanecer en silencio a pesar de mi insignificancia. Sería incoherente no protestar por los niños asesinados en el ataque del grupo terrorista Hamás y por los 5.600 niños asesinados por el gobierno de Benjamín Netanyahu en la desproporcionada respuesta contra el pueblo palestino. Y sería incoherente que yo no protestara porque esta noche ustedes están reconociendo mi trabajo en defensa de los derechos de los niños colombianos abusados sexualmente por miles de sacerdotes católicos.
En mi más reciente investigación, realizada junto al periodista Miguel Ángel Estupiñán, revelamos una lista de 573 sacerdotes colombianos acusados de abuso sexual infantil en los últimos 20 años. La cifra es mucho mayor, si tenemos en cuenta que solo el 13 % de los obispos han respondido a todas las preguntas que Miguel y yo hicimos. En este momento estamos en manos de la Corte Constitucional colombiana para obligar al otro 87 % de los jerarcas católicos colombianos a responder todas las preguntas de nuestras peticiones. Confiamos en los nueve magistrados del máximo tribunal colombiano para que, al igual que en 2020 y 2022, protejan nuestro derecho fundamental de acceso a la información y nos den acceso a todos los archivos secretos de la Iglesia Católica colombiana.
Me alegra que la lucha del periodismo por acceder a estos archivos secretos tenga eco en el exterior, incluso más que en Colombia. Y lo comprendo. Vengo de un país en el que cada semana se cometen, en promedio, dos masacres y media; un país en el que el narcotráfico ha calado en todas las instituciones y poderes; un país en el que, se estima, 20.000 niños son abusados sexualmente cada año, principalmente en sus hogares; un país donde las Fuerzas Militares, bajo el gobierno de Álvaro Uribe, asesinaron a 6.402 jóvenes inocentes; un país con un promedio de 27 bandas criminales y guerrillas, donde el secuestro vuelve a ser parte de los titulares de los medios de comunicación; un país con un presidente que prometió un cambio, pero que sus 15 meses de mandato han estado plagados de graves escándalos y acusaciones; un país en el que el fiscal general persigue a la prensa y utiliza su cargo para la próxima campaña presidencial, mientras la impunidad roza el 90 %.
Investigar los abusos sexuales dentro de la Iglesia católica no es una prioridad en un país tan conflictivo como Colombia. Por eso lo prioricé, porque estamos hablando de un poder milenario, millonario y socialmente aceptado a pesar de que sus estructuras jerárquicas operan como una empresa criminal transnacional organizada. En un país donde casi el 80% de la población es católica, investigar los abusos a menores en el seno de la Iglesia es tan peligroso como investigar a bandas criminales, narcotraficantes o políticos corruptos.
Hoy celebro la vida de mis compañeros periodistas en Colombia. Gracias a ellos hemos podido conocer la corrupción que azota a todo el territorio nacional y las constantes violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, tenemos un déficit de medios de comunicación. Los medios tradicionales, con excepción de algunos periodistas que trabajan en ellos, responden a los intereses de sus dueños, los grandes grupos económicos y familiares del país, y no a los de los ciudadanos, como debe ser, pues el periodismo es ante todo un servicio social que debemos separar de quienes pretenden seguir enriqueciéndose a través del negocio de las comunicaciones, que utilizan descaradamente para favorecer a políticos y empresarios corruptos.
Celebro la vida de los periodistas que trabajan en los pocos medios digitales independientes que han nacido en los últimos años y que están haciendo el trabajo de investigar a los poderosos, pero, insisto, tenemos un déficit. Necesitamos más medios y más recursos económicos para contrarrestar la manipulación que algunos grandes medios ejercen sobre los ciudadanos. En Colombia, más que buenos medios, tenemos grandes periodistas que arriesgan su vida y su tranquilidad por investigar a los poderosos.
Gracias, Reporteros Sin Fronteras, por valorar mi trabajo. Gracias por trabajar con entusiasmo en todo el mundo por nosotros, los periodistas. Al igual que ustedes, que celebran nuestros logros, yo celebro y agradezco la infinita generosidad de esta organización para hacer del planeta Tierra un lugar más habitable. Y eso, en parte, se consigue cuando las sociedades están bien informadas, cuando los periodistas hacen bien su trabajo y cuando entendemos el periodismo como un servicio social. También quiero dar las gracias a mis amigos y compañeros de CasaMacondo, el medio de comunicación en el que trabajo. A todos mis amigos, a Margot Loizillon, hoy y siempre, a mi lado, a mi familia, a mi madre Alba y a mis hermanos Lina y César. A todos ustedes por estar aquí esta noche, gracias. Y, por último, también quiero dar las gracias a todos los nominados al Premio a la Libertad de Prensa. Gracias por su coraje, su impacto y su independencia. Gracias por hacer del mundo un lugar mejor. ¡MUCHAS GRACIAS, Y QUE VIVA EL PERIODISMO!
*Traducción al español del discurso de aceptación del premio.
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