Finalizaba el año 1966 y Julio E. Sánchez Vanegas se presentó, a las siete de la mañana en punto, en la programadora Punch. En la sala de juntas les hizo la demostración de su nueva idea para la televisión colombiana: un programa de concursos. No le hicieron caso. Se fue para Caracol TV y pasó lo mismo, no le creyeron. No se dejó bajar caña y llegó a las salas de RTI, pero ahí también lo tildaron de arrojado. No importó. Siguió solo. Con su propia empresa, Producciones JES, llevó su idea a licitación pública. Dos meses más tarde, en 1967, estrenó el proyecto al que pocos le pusieron atención pero que se convertiría un hito en la televisión colombiana: Concéntrese. Se trataba de un un juego en el que los concursantes debían memorizar parejas de elementos que iban apareciendo en una bitácora con treinta números.

Nada era fácil por aquellos días en que la televisión era una revelación. Sánchez Vanegas había invertido en ese programa los trescientos mil pesos que le dejó la venta de Emisoras Monserrate, sin embargo, para el cuarto episodio ya llevaba gastados doscientos mil, producto de la cantidad de premios que entregaba sin escatimar en gastos. Estuvo a punto de retirarse, pero fue su esposa Lily quien lo animó a seguir adelante. Cuenta Jorge Barón que Julio E. tenía tanta empatía que a punta de llamadas y de «maletear» llegó un momento en que Concéntrese tenía un superávit de patrocinadores y espacios vendidos. Un éxito. 

Fue el primer programa en regalar un carro y en entregar un premio exorbitante de ciento diez mil pesos en los años sesenta; el ganador de ese premio, de hecho, se asoció a una estación de gasolina en Estados Unidos y hoy tiene una docena en California. Este programa también les dio la mano a personas con problemas de salud: un premio de Concéntrese salvó a una niña de morir, pues su familia no tenía el dinero para una operación del corazón.

En esa época la televisión se hacía con las uñas; los estudios de Inravisión quedaban en los sótanos de la Biblioteca Nacional. La primera oficina de Concéntrese fue en la celaduría del Edificio Distrital en la calle 24 con carrera Quinta; después llegó a tener la locación más grande de televisión. Si se suman, fueron veintidós años en los que este programa fue ejemplo en toda Latinoamérica, tanto que lo imitaron en varios países. 

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Hijo de Alais Vanegas y de Julio Sánchez Villamizar, Julio Enrique Sánchez Vanegas nació en la Villa de Guaduas en 1930, y a muy corta edad su padre lo apoyó para que estudiara aviación. El sueño de Julio E. era volar. Lo hizo y le faltó muy poco para terminar la carrera, hasta que se encontró de frente con el mundo de la radio, la televisión, el periodismo y el universo empresarial. Era una de las personas que más sabía de aviones en Colombia.

Fueron sus amigos de estudios los que siempre le decían que tenía una voz elegante y con credibilidad para la radio. Pero el Gobierno de la época exigía aprobar un exámen de historia universal, historia de Colombia, pintura, música y cultura general para obtener la credencial como locutor. Sánchez Vanegas aprobó el examen con honores. 

«Fue Enrique Ariza la persona que creyó en mí», contaba Julio E. Así, apareció su voz en Emisoras 1020 de Bogotá, donde fue pionero en un horario que para la época nadie quería: dar las noticias a las cinco de la mañana. En aquellas madrugadas heladas conoció a uno de sus grandes amigos, Enrique París. A pesar de su corta edad, por su acervo intelectual, Ariza le dio su propio espacio en la cadena radial, que Julio E. utilizó para dirigir y conducir el programa de música clásica Intermezzo meridiano.

Hizo la primera maratón de radio en Colombia; empezó el 23 de diciembre de 1951 y terminó el 25 sin parar. Más tarde salió de las cabinas para presentar la Vuelta a Colombia del 52 y lo hizo tan bien que lo contrató el noticiero insignia de la época de Emisoras Nueva Granada. Tenía veintidós años.

El 13 de junio de 1954 fue una de las primeras caras en aparecer en las pantallas el día en que se inauguró la televisión en Colombia. Cuentan que por sus maneras y capacidades intelectuales, Rojas Pinilla lo escogió para ser el maestro de ceremonias de semejante ocasión. Mejor dicho, fue el primer presentador del país. Ni él mismo pensó que esa sería su entrada triunfal a los hogares de los colombianos, donde permanecería por más de cuarenta años, al lado de figuras como Gloria Valencia de Castaño, Fernando González Pacheco, Bernardo Romero Lozano y Fausto Cabrera, entre otros.

Al cumplir veinticuatro años le dieron la presentación del primer programa musical que el país vio. Se llamaba Revista dominical. Julio E. se encargó desde la emisión que todo fuera por lo alto, sin escatimar un peso en producción. Allí presentó a los cantantes más famosos del momento en América Latina, entre ellos, los mexicanos Agustín Lara y Consuelo Velázquez. Incluso, Julio E. recibió clases de actuación del maestro Seki Sano, el alumno estrella de la leyenda del teatro Konstantín Stanislavski. 

Sus amigos dan cuenta de que jamás perdía el tiempo, ni siquiera dormía mucho, cuatro horas era su límite, cinco su cenit. Tal vez por ello podía combinar varios trabajos: en la emisora daba las noticias durante las primeras horas de la mañana y los fines de semana presentaba cantantes y conducía el primer programa de televisión para niños producido en su totalidad en Colombia, llamado Bazar infantil. También se encargó de hacer la primera transmisión de un partido de fútbol por televisión junto a Pastor Londoño y Juan Caballero.

Y fue en esas incansables jornadas de trabajo donde conoció el amor. Como era el encargado de darle uso a la primera móvil de Inravisión, es decir, el primer carro acondicionado para hacer transmisiones externas, Julio E. arribó a la Feria Internacional de Bogotá, donde departía un grupo de jovencitas de los mejores colegios de la capital. El periodista puso sus ojos en la bella Lily Cristo Nasser. Le hizo una pregunta de cultura general, como para no perder su tiempo, pero Lily lo sorprendió no solo con una respuesta acertada, sino con una contrapregunta más difícil. La conversación se tornó tan interesante que el presentador paró todo el trabajo con el objeto de que cuando ella se fuera, él supiera dónde podía encontrarla por el resto de sus días.

En 1955 se fue a estudiar actuación a México. Sin temor a pensar de qué iba a vivir, a la semana de su llegada se presentó en la reconocida emisora XEW, donde el mismo día le dieron trabajo. Fue por aquel tiempo cuando entrevistó en Acapulco, cara a cara, a la bella y famosa Elizabeth Taylor. Pero lo mejor llegaría al final de su entrevista con Rosita Quintero, quien le preguntó al joven colombiano que si lo podía recomendar con su esposo, el director de cine Sergio Kogan. Así se convirtió en uno de los primeros colombianos en abrirse un lugar en el cine mexicano: estuvo como uno de los chicos malos en la película Tres desgraciados, también actuó en El extraño caso e hizo parte del reparto principal de Los veracruzanos. En total, realizó cinco películas como actor, tres en México y dos en Colombia. Su papel siempre fue el de galán, pero un galán villano.

El amor pudo más que la fama. Varios actores reconocidos le propusieron que partiera a Hollywood. Sin embargo, Julio E. regresó a Colombia para rescatar el amor de Lily Cristo Nasser, a quien su padre estaba a punto de llevársela para siempre del país. Se casaron el 10 de abril de 1957, en la iglesia de Santa Ana. Un amor que duró más de medio siglo. 

Días más tarde fue nombrado director de la cadena Caracol Radio. Allí hizo la primera transmisión de radio desde otro continente. Sin medir costos ni tiempos, montó la logística para contarles a los colombianos cómo era Belén, el lugar donde había nacido Jesús de Nazaret. Al año siguiente, desde Long Beach, California, dio la noticia por televisión sobre la coronación de Luz Marina Zuluaga como Miss Universo, la primera colombiana en ponerse esa corona.

En el 63 se lanzó a ser su propio jefe. Creó la primera emisora de autor en Colombia, es decir una que tenía franjas de noticias, música y magazines de entretenimiento. La llamó Emisoras Monserrate. Era tan perfeccionista que hizo venir desde Checoslovaquia a un ingeniero de sonido, un ingeniero de transmisores, un ingeniero de torres, un ingeniero de estudios y al ingeniero que había montado Radio Habana para Fidel Castro.

Se le convirtió en obsesión transmitir el reinado en radio y lo logró en 1964, tras lograr que el director del certamen, Philip Bottfeld, le diera los permisos. Ese mismo año creó Producciones JES, una de las primeras productoras independientes de televisión en Colombia. Un año más tarde vendió Emisoras Monserrate e invirtió todas las ganancias en su nueva compañía. De hecho, él mismo diseñó el reconocido logo de JES, que quiere decir Julio Enrique Sánchez. En 1971, mostró sus dotes de gran negociante al adquirir Emisoras Suramérica para convertirla en Emisoras El Dorado. Sus amigos creían tanto en su visión, que Otto Greiffenstein se salió de Caracol Radio para trabajar en con él haciendo el programa La hora del regreso. Emisoras El Dorado pudo transmitir las peleas de boxeo de Pámbele, Valdez, Foreman y todos los grandes shows desde los cuadriláteros de Las Vegas.

En 1971 también logró obtener los derechos de transmisión para televisión de los Premios Oscar y Miss Universo. Sánchez Vanegas se encargaba hasta de hacer la solicitud para el satélite, de realizar su propia continuidad que era transmitida con exactitud desde el Pavilion Music Center de Los Ángeles. La primera vez tuvo delante suyo al homenajeado con el Oscar Honorario, el actor Charles Chaplin.

Con Miss Universo comenzaron los viajes junto a su equipo de televisión por todo el planeta. Fue en Grecia, mientras transmitía el certamen, donde soltó aquella frase que se volvería recurrente en cada una de sus apariciones en el exterior: «Producciones JES, hoy desde Atenas, mañana desde cualquier lugar del mundo». Así, pues, a la frase solo se le cambiaba el nombre de la ciudad desde donde transmitía. En 1976, su programa Postales colombianas fue premiado en Rusia con el galardón Raduga (Premio Mundial del Arte y el Folklore). Más tarde sería transmitido en toda la Unión Soviética para doscientos cincuenta millones de televidentes. Un hito.

Ese mismo año le dio por la epopeya de internacionalizar más la televisión colombiana. Ya no le bastaba con presentar a los personajes más afamados del mundo del cine en los Oscar y las mujeres más bellas en el Miss Universo. Así fue que se inventó el programa músical Espectaculares JES. Su debut fue desde Puerto Rico nada menos que con Julio Iglesias, Nidia Caro y Pelé. Es como si hoy Caracol Televisión o RCN transmitieran un show en vivo con Mick Jagger, Adele y Messi. En España grabó varios programas con artistas como Paco de Lucía, José Luis Perales, Ángela Carrasco, Paloma San Basilio.

En 1980 vendió Emisoras El Dorado para construir junto a su hijo Julio la primera unidad móvil de televisión a color y montar la primera productora de comerciales en video de Colombia. Viajaron a San Diego, California, para darle sus propios planos y técnicas a una compañía especializada en móviles. El costoso juguete casi no lo pueden traer al país por las vanidades de los políticos de turno. Era tan novedosa la unidad móvil que se convirtió en un atractivo para la gente. Tenía desde consolas de edición hasta steadicam para imágenes en movimiento. Crearon el primer estudio de televisión a color, tan avanzado que se los alquilaban productoras de Francia, Brasil y Argentina. En junio del 83, los comerciales hechos en su productora y realizados en Colombia ganaron seis premios en esos países. Quien le había dicho que su móvil de televisión a color iba a terminar siendo un carro de helados se había equivocado.

Al mismo tiempo, Producciones JES seguía presentando a las grandes estrellas del mundo de la música: Barry White, Gloria Gaynor, Celia Cruz, Raphael, Astor Piazzolla. Convenció, como siempre, a los más altos ejecutivos del cine en Hollywood y desde los propios estudios de Universal hizo Espectaculares JES; solo por nombrar un personaje, fue la Toya Jackson quien abrió el programa. Hizo un especial sobre Carlos Gardel en Argentina con tanta filigrana que los propios argentinos se lo compraron. Su realización, producción y dirección tomó tanto renombre que fue llamado para realizar el especial de los cuarenta años de vida artística de Celia Cruz.

Julio E. fue el primero en poner a funcionar en el país el sistema de reducción de pantalla para los anuncios en televisión; ingeniosamente, lo hizo para no interrumpir las imágenes de los partidos de fútbol. Logró, también, a mediados de los ochenta, los permisos para transmitir en Colombia películas como La Biblia, Moisés, María y José, Jesús de Nazaret y Abraham, filmes que aún se siguen transmitiendo en diciembre y Semana Santa. Pero esto apenas comenzaba. A Julio E. le encargaron la realización del único concierto de Frank Sinatra para América Latina, el cual se grabó en República Dominicana.

También le tocó casar una pelea con los políticos que adjudicaban los espacios de la televisión. Nunca creyó en los ratings que promulgaban las demás programadoras con las que competía. Incluso le hizo una auditoría a la encuestadora internacional que medía el comportamiento de los canales 1 y 2. En reunión con las demás programadoras, les mostró una prueba de fraude: una de las páginas de datos había consultado a una familia de seis personas y registraba seis televisores encendidos. «El anunciante es el que debe medir el rating y no el canal», decía Julio E. 

La entrada a la Organización de Telecomunicación de Iberoamérica (OTI) fue otra pelea dura, curiosamente entre colombianos. RCN y TV Hoy hicieron de todo para que sus paisanos de JES no entraran a la organización, pero no contaban con el roce internacional que desde los años sesenta había cultivado Sánchez Vanegas. En la reunión decisiva, se sorprendieron cuando Guillermo Cañedo, el presidente de la OTI, elogió a JES por su trabajo serio y comprometido.  

Sánchez Vanegas recibía los consejos de sus hijos de manera profesional, y probablemente por eso adquirió los derechos de la última película de Sinatra, también un especial de Marilyn Monroe que había sido prohibido en Estados Unidos y hasta la transmisión por primera vez de los Premios MTV. El cerebro de la televisión colombiana incluso logró concretar la transmisión de la pelea de Mike Tyson y James Buster desde Tokio, vía satélite, y sin costo alguno. En todas las esquinas de Barranquilla y Cartagena sacaron los televisores para ver aquel combate. Los colombianos le deben a Julio E. haber crecido con Bugs Bunny, Piolín y Silvestre, el Correcaminos, el Pato Lucas, Speedy González, Porky, Hechizada y hasta Nubeluz. En 1991, fue merecedor del Premio Simón Bolívar por Vida y Obra. Quienes asistieron al evento cuentan que el discurso de Sánchez Vanegas hizo llorar hasta a los fotógrafos. 

En 1992, cambiaron las reglas para licitar en televisión. Ahora sí se medía la trayectoria de una programadora, sus nuevos proyectos, sus presupuestos y la documentación. Los horarios ya no los entregaba a dedo el presidente de turno. Para JES fue un alivio, tanto que licitaron en las franjas de novela. Los envidiosos de turno se reían porque creían que entrar a este mundo iba a ser un fracaso rotundo, pero los Sánchez se la jugaron toda y el 1992 sacaron la telenovela Sangre de lobos por el Canal A.

En 1994, cuando murió su gran amigo Otto Greiffenstein, Sánchez Vanegas dejó en otras manos la transmisión del mundial de fútbol que se llevaba a cabo en Estados Unidos para venir al funeral. Muchos años le duró una queja contra Inravisión, porque sus mandos medios le impidieron sacar al aire un especial de una hora en honor a su querido amigo, programa que a regañadientes tuvieron que emitir días más tarde. Ese homenaje lo editó el propio Julio E.

El 97 no fue un buen año para él. Por aquellos días iniciaron las licitaciones para los canales privados. Los precios eran exuberantes. Fueron las chequeras las que empezaron a mandar, dejando de lado el trabajo y la creatividad. Sánchez Vanegas no pudo disputar los canales con los grandes cacaos de la época. Así que Julio Mario Santodomingo y Carlos Ardila Lülle se quedaron con la torta completa; pero, además, estos le quitaron los derechos de transmisión de los Premios Oscar. Ahora mandaba la plata. 

El 98 no fue diferente. Los canales privados quedaron en manos de Caracol y RCN. Además, silenciosamente, el Gobierno de turno autorizó dos canales más por cable: Canal Capital y City TV. Cuando JES se dio cuenta, ya era tarde. Todo parece indicar que el Gobierno Samper le cobraba a su hijo Julio Sánchez Cristo todas las denuncias y seguimiento al Proceso 8000, del cual el único que salió airoso fue el presidente de la República.

En 1999 llegó una gran noticia para Julio E.: le ofrecieron los derechos de transmisión de los Oscar a un precio razonable. Con más de veinticinco años dentro del mundo de la Academia, Sánchez Vanegas volvió a poner en alto la presentación de este evento al venderles las transmisiones a los canales de los cacaos. 

No hay que olvidar que cuando la gente veía Miss Universo, era Sánchez Vanegas quien estaba detrás de aquella señal y presentación. Así lo hizo durante cuarenta y dos años consecutivos. Quizá puso el listón muy alto por la elegancia y la incisiva reportería que siempre le imprimió. Desde aquellos años, Julio E. Sánchez Vanegas comenzó a advertir la debacle de la televisión, tanto por sus monopolios como por sus costosas tarifas para empresas de larga tradición, las cuales nunca pudieron competir contra las maletas repletas de dinero.

Fueron setenta años de ser el primero en todo hasta que se retiró por petición de su familia. Sánchez Vanegas trajo, inauguró y creó producciones para la radio, el cine, la televisión y la publicidad. Este viernes 26 de enero de 2024, murió. Ante su deceso, su hijo Julio Sánchez Cristo parafraseó en Twitter su eslogan insignia: «Ya desde el cielo, mañana desde cualquier lugar del mundo».

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