El cineasta Hayao Miyazaki se había despedido del cine hace una década. En 2013, sacó El viento se alza, una película que evocaba su infancia durante la Segunda Guerra Mundial y la figura de su padre, Katsuji, un ingeniero aeroespacial que fabricó timones para aviones durante ese combate. Meses después, convocó una rueda de prensa y anunció que dejaba el cine «para ser libre». En ese entonces, la obra del cineasta de anime más popular y aclamado del Japón se remontaba cuarenta años atrás, a 1963, cuando entró a trabajar como artista de tweening en el estudio de animación Toei Animation. Allí mismo debutó como director de cine, en 1979, con El castillo de Cagliostro, pero fue con el éxito de su segundo largometraje, Nausicaä del Valle del Viento (1984), que pudo independizarse. Al año siguiente fundó, junto al cineasta Isao Takahata y el productor Toshio Suzuki, el icónico Estudio Ghibli, la casa donde nacieron películas como Mi vecino Totoro (1988), La princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2001) y el El castillo vagabundo (2004).

Para 2016, Miyazaki ya se había arrepentido de dejar atrás el cine. (Para entender su energía, humor y laboriosidad, se recomienda ver el documental El reino de los sueños y la locura). Así que, por esas fechas, con más de setenta años de edad, comenzó el arduo proceso de pensar, estructurar y animar otra película que evocara su infancia durante la Segunda Guerra Mundial y la figura de su padre. El resultado, El niño y la garza, llegó a las salas de cine del país el pasado mes. 

Para celebrar su estreno, Christopher Tibble invitó a la autora e ilustradora colombojaponesa Nobara Hayakawa a cruzar una serie de cartas sobre la obra de Miyazaki. 

19 de enero de 2024

Querida Nobara:

En una semana se estrena en el país la nueva película de Hayao Miyazaki y me da la impresión de que es muy poco lo que se sabe sobre esta nueva obra. La expectativa, de alguna forma, la absorbió el caso de Geraldine Fernández [la colombiana que inventó haber participado en la elaboración de El niño y la garza]. ¿Crees que ese escándalo, tan deliciosamente absurdo, hará que más gente la vea? Yo no sé, pero quizás sí se pueda decir que, gracias a Geraldine, muchos colombianos que antes no sabían de la película ahora la tienen en el radar. En mi caso, te confieso que me ha costado trabajo asimilar la existencia de El niño y la garza porque aún recuerdo cuando, en 2013, después del estreno El viento se alza, Miyazaki aseguró que se retiraba del cine. Creo que me acuerdo bien de ese momento porque coincidió con mi primer año en el periodismo, y la editora de la revista donde trabajaba me pidió que escribiera una nota sumaria sobre el asunto. Desde entonces, he visto casi todas las películas de Miyazaki como he visto películas de Kurosawa o Bergman: con una especie de atención decidida y una predisposición al asombro que le reservo a las obras de los maestros muertos. Por eso, la aparición de El niño y la garza tiene para mí cierto aire fantasmal. De alguna manera, yo ya me había despedido de Miyazaki. Ya había hecho las paces con la idea de que El viento se alza era su adiós al cine. Pero ahora resulta que no, que ha vuelto una vez más. Y con otra película que apunta, por lo menos en su título, al cielo y al vuelo.

Tú me has dicho que en tu casa son fans de Miyazaki. ¿Qué te gusta de su obra? ¿Te hace sentir alguna conexión con Japón, así sea tan tenue y extraña como la que yo siento con Inglaterra, el país de mi abuelo, cuando veo un programa como Peep Show? Y, claro, dime: ¿cuál ha sido tu meme favorito del affaire Geraldine Fernández?

Un abrazo,

Christopher

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20 de enero de 2024

Querido Christopher:

Geraldine ahora sí podría decir que trabajó para el Estudio Ghibli, con toda la atención que atrajo hacia la película. Gracias a ella tenemos veinticinco mil memes nuevos. Me hicieron reír los que aludieron a los títulos de las películas: La princesa Monocuco, El viaje del Chigüiro y Mi vecino Poporo. Pero ya pasamos a otro tema y quizás cuando podamos ver la película nadie se acuerde.

La primera película de Hayao Miyazaki que vi fue Porco Rosso, en la casa de unos amigos en Chile. Con ellos también vi Ghost in the Shell de Mamoru Oshii. Tenían libros de manga como Gon, de Masashi Tanaka y Akira de Katsuhiro Otomo, que yo no conocía. A mi casa llegaban todos los libros de manga que dejaban las familias de japoneses que regresaban a Japón, así que crecí viendo tiras cómicas con situaciones cotidianas llenas de candidez y desprovistas de drama. Yo veía los dibujos y trataba de adivinar la trama y el chiste, ya que no podía leer japonés. Luego, cuando viví en Japón, me puse al día con el japonés y con las películas de Miyazaki, de la mano de una amiga francesa apasionada por Totoro. Así que llegué a Miyazaki por sus fans occidentales.

Eso me recuerda el día que vimos con una amiga de Brasil, en un teatro de Tokio, Lost in Translation, de Sofia Coppola. Las únicas personas que nos reímos en la sala fuimos los tres extranjeros del público.

El niño y la garza es la traducción de la traducción al inglés. El título de la película en japonés es: Kimitachi wa Dō Ikiru ka: ¿Ustedes cómo piensan vivir? El cambio radical del título lo transforma todo. Desaparece la intención del creador, su mensaje es reemplazado con algo «fácil» comercialmente pero que no dice nada. No hay muchas películas tituladas con preguntas, ¿o sí? Les faltó poco para ponerle Las flipantes aventuras del niño y la garza. Dicen que esta última película de Miyazaki es, a manera de posdata, si quieres, su mensaje a las futuras generaciones. Un canto del cisne (o de garza) que parece decir: Esta es la vida que hice. Y ustedes ¿cómo piensan vivir?

A propósito, ¿viste Ikiru de Kurosawa?

¿Qué me gusta de la obra de Miyazaki? ¿Aparte de los dibujos? ¿Y la música?

Japón era un lugar imaginario (lo sigue siendo) y las películas de Miyazaki existen en el mismo reino. Esos países que podrían ser cualquier país y ninguno a la vez, las fronteras borrosas entre el mundo físico y el espiritual, la naturalidad con la que la magia se entrelaza con la vida, hacen de la experiencia de lo extraordinario algo familiar. Lograr eso es increíble. También me gusta que su obra tenga tantas heroínas y que la existencia de los antagonistas no sea un asunto binario, ni moralista.

¿Cuál es, hasta ahora, tu película favorita de Miyazaki?

Un abrazo,

Nobara

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23 de enero de 2024

Querida Nobara:

Mi primera experiencia con Miyazaki no fue buena. Después de graduarme del colegio, me empezó a entusiasmar la idea de estudiar cine y por eso me la pasaba alquilando películas en un pequeño local que había cerca de mi casa y metiéndome por las tardes en las salas de cine de avenida Chile. En una de esas visitas al centro comercial vi Ponyo y el secreto de la sirenita. Recuerdo que me sorprendió la agilidad de la animación, sobre todo en relación al mar, pero la historia me aburrió y, además, odié la canción. De hecho, la odié tanto que hoy, quince años después, aún me acuerdo de su ritmo, y eso que mi memoria musical es bastante defectuosa.  

La segunda experiencia tampoco fue buena, pero no puedo decir que fue mala. En unas vacaciones frente al mar que pasé con mi hermana, en 2011 o 2012, nos vimos El viaje de Chihiro. Cuando intento pensar en lo que sentí esa vez, solo se me viene a la cabeza la palabra «sobreestimulación». La película me agotó. La profusión de espíritus, criaturas, secuencias, sonidos, canciones y colores me abrumó. Me pareció, además, una obra enigmática y resbaladiza, quizás porque hace borrosa, como dices en tu carta, la frontera entre el mundo físico y el espiritual. En ese momento, cuando la vi por primera vez, quise racionalizarla. No pude y eso me frustró.

Decidí tirar la toalla con el anime hasta que varios años después una exnovia me llevó a ver Akira en una sala de cine en Nueva York. La experiencia fue atronadora para mis sentidos, en parte por la intensidad de la película, en parte porque llegamos tarde y nos tuvimos que sentar en la primera fila. La amé. Fue entonces que quise volver al anime y busqué de nuevo a Miyazaki. Y esa vez sí di en el banco: me vi Nausicaä del Valle del Viento, que rápidamente se convirtió, para responder tu pregunta, en mi película favorita de él.

De Nausicaä me gusta todo. Me gusta la ambición planetaria de la trama y la mitología imaginada que nutre la historia con una cantidad de detalles que cobran sentido al final. Me gusta cómo en Nausicaä, la protagonista, convive la fuerza y la bondad, y también la manera en que su planeador blanco descose el cielo. Me gusta que, en medio del fin del mundo, Miyazaki nos lleve al «corazón de la naturaleza», a esa enorme cueva azulada de agua fresca, una especie de lugar-santuario al que volveremos, a su manera, en Totoro y La princesa Mononoke. Pero me gusta sobre todo por cómo trabaja la idea de «lo miedoso» a través de los Ohms y del Bosque Contaminado, para, en últimas, hacer una reflexión muy sofisticada sobre el cuidado del planeta y de los demás seres.  

Volviendo al presente, no sabía que el título de la nueva película era una traducción de una traducción. Eso pasa, o pasaba mucho, con obras japonesas, ¿no? Alguna vez leí que las primeras traducciones de Mishima al español se hicieron del francés. ¿Ustedes cómo piensan vivir? me parece un título serio. Tiene algo de papá que regaña a sus hijos adolescentes, pero también un lado más contemplativo, como mencionas. Me gusta la idea de ver la película con ese título en mente. A ver qué surge. Y sí, sin duda, es mejor que Las flipantes aventuras del niño y la garza.

Creo que vi Ikiru en la universidad, junto a otras películas de Kurosawa protagonizadas por Takashi Shimura (recuerdo con mucho afecto una llamada El ángel ebrio, en la que también aparece el gran Toshiro Mifune). La verdad, no me acuerdo de la trama de Ikiru, pero cuando puse el título en Google y vi la imagen de Shimura en el columpio, se prendió alguna chispa en mi memoria. ¿Por qué la mencionas?

Pero volvamos a Miyazaki. ¿Tienes una película favorita de él? ¿Alguna que te conmueva particularmente? ¿Alguna canción que te saque de quicio?

Un abrazo,

Christopher

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24 de enero de 2024

Querido Christopher:

Claro, es que empezaste con la menos Miyazaki de todas sus películas: Ponyo es la disneificación de Ghibli, y El viaje de Chihiro es la más japonesa, tiene una densidad visual que puede ser abrumadora, quizás aún más para los que no están familiarizados con la mitología del archipiélago.

Creía que mis películas favoritas de Miyazaki eran sus obras más infantiles: Mi vecino Totoro y El servicio de correos de la bruja. Me puse a pensar por qué, y me di cuenta de que ambas películas no abordan temas ambiciosos, sino que tocan el asunto del lugar en el mundo y de encontrarse a sí mismas. Las protagonistas atraviesan experiencias transformadoras, bisagras entre un momento de la vida y el siguiente: en Totoro las niñas no solo se trastean a una vieja casa encantada, sino que su madre está enferma y pasan por una angustia que les hace crecer. El correo de la bruja es una clásica coming of age en la que la protagonista debe encontrar el coraje para ser ella misma, y estos tránsitos ocurren en esos intersticios entre mundos. Pero es en El castillo vagabundo donde aparece la magia de una manera muy entrañable y normalizada, si se quiere: es una película compleja y sus personajes e invenciones son deslumbrantes pero a la vez tienen todo el sentido. Es, en fin, una celebración de lo humano: la imaginación y la voluntad, la coexistencia de la creación y la destrucción, y la magia más misteriosa de todas, el amor. Entonces esa es mi favorita por estos días.

Los temas musicales de estas películas están en perfecta correspondencia sonora con los universos de Miyazaki, con una dosis muy alta de melancolía (por todos esos lugares familiares y extraños a la vez) y de melodías dulces tarareables. El tema de las bandas sonoras da para otra correspondencia, ¿no crees? Del mismo modo, la música de Ponyo es un poco irritante, como la película misma.

Volviendo a ¿Ustedes cómo piensan vivir?, te mencioné Ikiru de Kurosawa porque el protagonista se plantea una pregunta existencial similar: Y yo, ¿qué quiero hacer con lo que me queda de vida? 

Yo, por lo pronto, voy a ver la última película de Miyazaki y te contaré si logro averiguar por qué se llama así. Si la ves antes que yo, cuéntame qué te pareció, y si te hizo formular alguna pregunta o esbozar una respuesta.

Un abrazo,

Nobara

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31 de enero de 2024

Querida Nobara:

Gracias por explicarme la «disneificación» de Ponyo: me sentí, de repente, un poco menos solo. 

Te cuento que ayer volví a mis viejas andanzas y me metí a solas en una sala de cine de avenida Chile a las cuatro de la tarde. Tenía pensado ir a ver ¿Ustedes cómo piensan vivir? el fin de semana, pero una gripa, creo que una nueva cepa de covid, me tumbó en la cama durante cuatro días. Ayer la sala estaba medio vacía. Había un señor en chaqueta de cuero y con cola de caballo sentado a dos asientos de mí y un grupo de señoras de unos sesenta años a mis espaldas. A lo largo de la película oí el cuchicheo de dos mujeres, quiero decir que en sus veintes, pero no las pude ubicar. Al final, cuando aparecieron los créditos en la pantalla, una de ellas le dijo a la otra: «Eso fue como un trip». Y se rieron. Curiosamente, en ese momento nadie se paró. Todos seguimos pegados a nuestras sillas, no sé si por el impacto emocional de la película o porque no pararse inmediatamente de la silla hace parte del temperamento de quien va a cine un martes a la cuatro de la tarde.

Me parece que decir «como un trip» no es una mala forma de describir la película. Quizás uno pueda apuntar a lo mismo reemplazando la palabra «trip» con la palabra «sueño» o con las palabras «viaje al inconsciente». Mientras la veía, pensé en la palabra «fiebre»; y, más precisamente, en la caldera de ideas que produce una mente afiebrada, que establece conexiones inesperadas y desfigura el tamaño de las cosas. Lo digo porque ¿Ustedes cómo piensan vivir? no demora en dejar atrás cualquier asomo del realismo para emprender una especie de viaje intergaláctico que se siente al mismo tiempo profundamente íntimo. El protagonista, que comparte algunos datos biográficos con Miyazaki (su infancia transcurre durante la Segunda Guerra Mundial, su padre vende partes de aviones de combate), cruza un portal y en ese momento todo cambia: de la mano de una serie de guías, empieza a pelar las capas de otras dimensiones en busca de una persona a la que ama.

Ese último dato me parece importante. Porque si bien la película es un viaje inesperado y desconcertante (también es hermoso), nunca se siente del todo ajeno, y eso se debe, en mi opinión, a que su núcleo emocional es la familia. La familia y los seres que amamos. Cuando finalmente me paré de mi silla y salí del centro comercial, me puse a pensar en las diferencias que existen entre ¿Ustedes cómo piensan vivir? y El viento se alza, la que antes era su última película. Pensé, sobre todo, en las dos cintas en su capacidad de ser vistas como «la despedida de Miyazaki». La conclusión a la que llegué es que prefiero esta como despedida, porque en su aparente desorden y en su riqueza simbólica siento que Miyazaki hace algo hermoso: le hace una venia a lo incomprensible que puede ser la vida y, al mismo tiempo, nos invita a llevar una vida marcada por la generosidad y el afecto. Eso me conmovió.

Antes de darte la palabra, y preguntarte por tus impresiones, solo quiero compartir contigo una última cosa que te quise decir a lo largo de esta breve correspondencia, pero que no supe cómo: que mi afición tardía por el cine de Miyazaki tiene que ver con su fascinación por el vuelo. Pienso que me gustaría amar algo con la devoción con la que él ama todo lo que vuela. Quise decirte esto mientras veía ¿Ustedes cómo piensan vivir?. En la película la acción de volar ya no la hace un castillo, un planeador, un avión, un dragón o una escoba: la hace un pájaro. Sentí que con ese gesto Miyazaki terminó una colección personal, como si hubiera pegado la última mona en un álbum del mundial. 

Ahora sí te pregunto: ¿pudiste ver Ustedes cómo piensan vivir? Y, si la viste, ¿qué tal te pareció?, ¿te gustó?, ¿la sentiste tan japonesa como El viaje de Chihiro?

Un abrazo,

Christopher

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1.º de febrero de 2024

Querido Christopher,

Como si se hubiera operado una misteriosa transferencia, yo agarré la gripa más salvaje al salir de la sala de cine del pueblo, así que tecleo esto alternando la escritura con la sonada. Fui a la última función de la noche, porque era la única sin doblaje, y mi acompañante, famoso en la casa por su capacidad de roncar desde los cortos, estuvo completamente despierto hasta que se acabaron los créditos, que todos vimos sentados, como en tu sala bogotana. Uno no se va de la misa sin el permiso del oficiante. Al frente teníamos a tres postadolescentes llenas de entusiasmo, que comentaban cada cosa y en su cuchicheo se parecían a las seis adorables viejitas de la casa. 

Qué película más bella y qué cantidad de silencios que ofrece. Pensé, al salir, que contemplar un dibujo silencioso (como quien mira el cielo) es tener la oportunidad para verse uno por dentro. Es, sin duda, la más introspectiva de todas las películas de Miyazaki. Hay muchísimos temas ahí: la entrega del testigo de una generación a otra, cómo se atraviesa el duelo (haciéndose cargo del dolor, olvidando, soltando) y cómo construir un mundo propio (una nueva familia, como dices) con los vínculos afectivos que elegimos y las piezas que nos son dadas. La cercanía de la infancia y la vejez, las puntas de vida que se encuentran como la serpiente que se muerde la cola, me parecen muy claras: los niños y los ancianos están más cerca al umbral entre mundos y por eso pueden acceder a la dimensión espiritual. 

Es muy bello eso que dices de la obsesión de Miyazaki con el vuelo, y añado que puede tener que ver con la elevación del espíritu a la que aspiramos con la creación, tanto como con la idea de la levedad que trae la trascendencia hacia el éter. En contraste a esa levedad está el padre ambicioso, que se carga de objetos para ir en busca de sus seres queridos, en tanto que Mahito se desprende del mundo para encontrarse. Hay que soltar para poder volar. También hay que notar que todas las aves de esta película cagan profusamente: todo ese popó de pájaro es chistoso y a la vez es un recordatorio de lo desastrosa o prosaica que puede ser la vida. Y que lo escatológico y lo espiritual no están separados.

El ritmo y la velocidad de la película son también aspectos fundamentales en el efecto de «viaje», pero es la abundancia de silencios la que creo que marca su carácter. El foley es mínimo, y la música está menos presente, hay incluso varias escenas en las que no escuchamos los diálogos pero adivinamos que algo se está diciendo. Igual con el viento, los insectos y el agua: suenan en nuestra imaginación, dentro de nuestra cabeza. Dura más de dos horas pero uno sale feliz y como ungido. 

La «japonesidad» aparece, cómo no, en elementos como la garza gris, que es una mensajera de los dioses y tiene una carga fúnebre, como nuestros chulos. La casa, sin embargo, siendo tan japonesa arquitectónicamente, está amoblada al estilo occidental. Es muy posible que Miyazaki haya crecido en un entorno similar, con los privilegios de ambos mundos entremezclados. 

¿Ustedes cómo piensan vivir? es el título del libro de Genzaburo Yoshino que le deja la mamá a Mahito, un clásico de la literatura juvenil acerca de un niño que sufre de matoneo escolar y encuentra consuelo en el apoyo y la compañía de un tío. La película no es una adaptación, sino que aparece como referente, pero, de alguna manera, me sentí interpelada por Miyazaki, que ha entregado esta pregunta para que, con lo que somos (y las piezas que nos son dadas), tratemos de construir nuestro mundo en equilibrio y de encontrar nuestra propia manera de volar.

Un abrazo agripado,

Nobara

P. D. Parece que ya están trabajando en otra película, así que esta es la tercera vez que Miyazaki anuncia su retiro. Como promesa de borracho o estrategia comercial de cantautor decadente en gira, esperemos que regrese a hacernos más preguntas, y a regalarnos esos rarísimos momentos de silencios preñados de sentido.

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