En la sala de su casa, al sur de Bogotá, se encontraba una adolescente de catorce años planchando su uniforme del colegio para el día siguiente. Al lado, sentada en el sofá, estaba su madre tratando de tener una conversación amable con el hombre de cuarenta y ocho años que miraba morbosamente a su hija, Margarita*. Se trataba de Yefer Heriberto López Vargas, un guía espiritual que se hizo invitar a esa casa y que días atrás había tocado y besado a esa joven al final de una primera sesión de orientación espiritual a la que había sido llevada por su madre y su padrastro. El encuentro transcurrió en el mismo espacio en el que López tenía sus máquinas de coser, pues atendía en su taller de confecciones, por la zona de Paloquemao en Bogotá. Era el año 2005.
Josefa*, la madre de Margarita, había conocido a López en un grupo de oración asociado a la parroquia San José, en el barrio Gustavo Restrepo. Confiaba plenamente en él, hasta el punto de dejarlo a solas con ella, sin sospechar que desde esa primera reunión la acosaría y posteriormente abusaría de ella. Los abusos se prolongarían durante muchos años, en los cuales la manipuló y la obligó a tener relaciones sexuales y a irse a vivir con él.
En Colombia existen guías o consejeros espirituales que son laicos y que, por tanto, no dependen de la jerarquía o las obligaciones de la Iglesia católica como institución, pero se mueven de una comunidad a otra, sin mayor vinculación formal, obligaciones o límites claros de sus funciones. Obispos, arzobispos y demás superiores del clero se benefician del poder de persuasión de estos personajes para seguir reclutando fieles en diferentes parroquias. Yefer López era uno de esos guías espirituales, tuvo vínculos por muchos años con comunidades católicas como El Minuto de Dios, Lazos de Amor Mariano (LAM) y Discípulos Misioneros del Inmaculado Corazón de María (Dicma), una congregación vinculada con LAM. Lazos de Amor Mariano es una congregación católica cuestionada por llegar a puestos de poder en la política para, en alianza con otras comunidades y la propia Iglesia católica, adelantar campañas antiderechos, como el fallido referendo contra el aborto del año pasado.
López ha tenido varias denuncias por acoso y abuso de jóvenes vinculadas con esas organizaciones, según afirma Margarita. CasaMacondo intentó localizar a las supuestas víctimas, pero no fue posible. Comunidades católicas como LAM o Dicma se limitan a afirmar en escuetos comunicados que López no tiene ningún vínculo con ellos. De todas formas, López fungió como guía espiritual en grupos católicos convocados por esas dos congregaciones durante por lo menos una década, en ciudades como Bogotá, Tocancipá y Barranquilla.
No se trataba de cualquier líder. López presumía de que tenía poderes sanadores y de médium; de hecho, se le conocía como «el vidente de Anolaima». Convencía a los grupos de personas con los que se reunía de que las deformidades de sus manos y pies eran una obra de Jesús y de la Virgen, con quienes supuestamente hablaba y quienes lo eligieron para manifestar de esta manera las heridas de Jesucristo.
Margarita era una adolescente rebelde; no tenía un trato cercano con su papá desde los dos años y la relación con su mamá no era la mejor. Así que, con el fin de mejorarla, su madre, Josefa, confió en que este consejero espiritual la orientara por el buen camino.
Margarita no pudo salir más asqueada de la oficina de López ese primer día, después de que la abrazara, la manoseara y le diera un beso a la fuerza. Se sentía desconcertada, además, pues no entendía por qué el consejero le había hecho eso, si al principio le había ofrecido escucha y un espacio en donde ella se había sentido segura para contarle detalles íntimos de su vida. Años después se dio cuenta de que él hábilmente usaba esa estrategia para generar confianza, logrando que las jóvenes le confesaran todo tipo de intimidades.
Lo que siguió después fue la visita a la casa de ella y las llamadas o los mensajes diarios para convencerla de que se volvieran a encontrar. Margarita no le contó a Josefa, ni a nadie, acerca del primer encuentro o de esos primeros mensajes. López supo cómo aprovecharse de la mala relación con su mamá y asegurarse de que no contara nada. La joven, además, no tenía amigas, ni nadie cercano a quién contarle lo que le pasaba, así que López terminó manipulándola, convenciéndola de que su familia era su enemiga: «Están movidos por el mismo Satanás», cuenta que le decía. Y le insistía que sobre todo su mamá. Con ello logró aislar a Margarita.
Toda una campaña de grooming (conjunto de acciones que lleva a cabo un acosador, con el fin de ganarse la confianza de su víctima, generalmente menor de edad, que incluye aislarlo de su red de confianza) que funcionó: Margarita empezó a verse con él a escondidas de Josefa. Ella buscaba en López consejo y orientación espiritual y él aprovechó esas necesidades para meterse en su cabeza y en su vida. López le escribía y le decía que Jesús y María le habían enviado mensajes a ella por intermedio suyo. Margarita empezó a decirle mentiras a su familia para poder salir con él en su carro a municipios cercanos. Según cuenta, un día él la citó a la habitación que arrendaba en Chapinero y allí la besó, la acarició y terminó desnudándola. Ese día no tuvieron relaciones, pues ella le dijo que no quería. Tenía dieciséis años. Josefa le había pedido un número de teléfono fijo del lugar a donde iba a ir (supuestamente a donde una amiga) y cuando llamó reconoció la voz de López. Muy enfadada, le ordenó a Margarita que se devolviera para la casa.
Josefa quiso denunciar a López en la Fiscalía, pero, según Margarita, les rechazaron la denuncia, pues, arguyó el funcionario encargado, la joven ya era mayor de catorce años. Lo que siguió fue una total prohibición por parte de Josefa a su hija de reunirse con López, pero este ideó maneras de estar cerca de la adolescente, como parqueando su carro frente al edificio donde ella vivía, durante horas, por varios meses. Se quedaba viéndola cuando llegaba del colegio y, desde lejos, la saludaba y la invitaba a salir. Como Margarita estaba persuadida de que «él era su salvador», no le contaba nada a su madre.
Finalmente, el acoso surtió efecto, y al cabo de un año, en 2006, Margarita volvió a salir con él, reanudaron sus paseos por municipios de Cundinamarca como Tenjo o La Vega. Iban a hoteles y tenían encuentros sexuales sin penetración, pero López seguía presionándola para que esto sucediera, hasta que finalmente ella —que a esas alturas ya se sentía enamorada de él— aceptó. Con desagrado, Margarita recuerda esa primera vez como un evento traumático. Ella no quería, tenía diecisiete años. Fue doloroso, pero también confuso. Se sentía drogada y con malestar. Lloró mucho. Ella recuerda que López le recriminó: «Me haces sentir como si fuera un violador, pero yo lo hice con mucha pureza y mucho amor y Dios sabe que es así. Date cuenta tú cómo exageras y cómo eres de mojigata». Ya era el año 2008.
Por esas fechas Josefa confirmó la sospecha que había tenido desde hacía meses. Cuando confrontó a su hija por reunirse con López a escondidas, surgieron discusiones y agresiones, hasta que finalmente la joven se fue de la casa. El supuesto guía espiritual aprovechó la pelea familiar para seguir convenciendo a Margarita de que su mamá era la enemiga.
El grooming continuaba. López le decía que él era su redentor, que había llegado a su vida para salvarla, puesto que ella estaba contaminada, que cargaba con muchos pecados. Pero también le decía que ella era el amor de su vida, que nunca había amado a una mujer así. Años después, Margarita se enteró de que a otras mujeres con las que habría tenido relaciones también les decía lo mismo: «Tienes un espíritu de lujuria, de sexo… no temas en decir que tienes ganas. Yo te puedo ayudar; me pones en un estado de lucha y batalla, pero te puedo ayudar; te voy a descontaminar».
Margarita deambuló por varias casas durante los siguientes meses: primero con una tía, luego con su papá, hasta que terminó viviendo con López en Bogotá otro par de meses antes de irse los dos a Ecuador. Allá él le consiguió morada en una comunidad religiosa, donde permaneció unos meses recibiendo sus visitas con la anuencia de la superiora, que nunca preguntó nada.
Margarita volvió a Colombia en 2010, iba a cumplir veinte años. Trabajó un año en la Asociación Misión por el Amor de Dios en Todo el Mundo y, luego, en 2012, por recomendación de López, ingresó a la comunidad religiosa Lumen Dei, conocida hoy en día como ABC Prodein, en Bogotá, con sede en Teusaquillo. Se trata de una comunidad de laicas consagradas que recibe a jóvenes mujeres en un internado regido por una disciplina estricta y que incluye, según Margarita, castigos físicos y el uso de silicios para la autoflagelación.
Margarita vio en esa comunidad el espacio para seguir con su ferviente vocación religiosa, y también la oportunidad de alejarse de López. Pero él la seguía, la acechaba y continuaba con su manipulación. Una superiora de la comunidad le decía a Margarita —siempre según su versión—, que López era un buen hombre que tenía serias intenciones de casarse con ella (a pesar de que Margarita le había contado acerca de la relación que había tenido con él y de lo «traumático» que había sido para ella).
Durante un tiempo Margarita logró distanciarse de su presunto abusador. Gracias en parte a que la comunidad la envió primero a Medellín y luego a España, en donde duró más o menos un año. De regreso a Colombia, en 2014 empezó a realizar sus estudios universitarios y a colaborar con labores administrativas en la misma comunidad, ABC Prodein. Terminó abandonando la institución religiosa porque la incomodaron ciertas injusticias de las que fue testigo, así como el coqueteo frecuente de algunos sacerdotes; y a todo esto se sumó el hecho de que percibía cierta complicidad de las superioras con López.
Los guías o consejeros espirituales como Yefer López suelen estar respaldados por comunidades, diócesis o sacerdotes particulares. Según Margarita, López contaba con el apoyo y la protección de sacerdotes como José Luis Pinzón Velázquez (supuesto exorcista) o José Isaac Ramírez Sandoval, detenido en 2013 por una denuncia de abuso sexual, y luego absuelto (su historial se puede consultar en el libro El archivo secreto, que acaban de publicar los periodistas Juan Pablo Barrientos y Miguel Estupiñán).
Una vez salió de Prodein, Margarita quiso reiniciar su vida. Se fue a vivir sola y empezó a pagar sus gastos con los trabajos que conseguía. Pero su fortaleza disminuyó con el correr de los meses; se sentía sola, deprimida y desamparada. En 2021, el segundo año de pandemia y después de sobrevivir a un muy difícil 2020, Margarita volvió a escribirle a López, pues él era para ella una de las pocas personas que le podía brindar algún tipo de apoyo, sobre todo moral, que era lo que buscaba. Él no había dejado de ser alguien fundamental en su vida, su guía espiritual.
López aprovechó nuevamente la situación para intentar tener relaciones sexuales con ella, con una estrategia de manipulación similar a la que había usado en el pasado. Cuando ella se negaba, le decía que era «una mojigata, una santurrona, que a ella la habían cambiado mucho en la comunidad religiosa en la que había permanecido los últimos años, que allí la habían dañado». También la culpabilizaba por un problema de próstata que tenía, según él, por la represión sexual a la que ella lo sometía cuando lo rechazaba.
Margarita accedió a estar dos veces más con él, una en 2022 y otra en 2023. En las dos ocasiones, dice, le transmitió una infección. Pero ya para la época del segundo encuentro, con la experiencia de vida ganada y con la seguridad construida durante los últimos años, Margarita se percató de algunas rarezas de las relaciones que López sostenía con varias mujeres muy jóvenes a las que, supuestamente, estaba brindándoles consejo espiritual. Se dio cuenta, por llamadas o mensajes que López recibía de estas mujeres, que ellas acudían a él para pedir su consejo y aprobación acerca de casi todos los aspectos de sus vidas. Y pudo constatar así que lo que había allí era más bien una fuerte dependencia emocional de parte de ellas y una red de manipulación y mentiras de parte de López. Dolorosamente, esto le empezó a servir como espejo de las dinámicas de su propia relación con el «vidente».
Entre mayo y julio de 2023 logró comunicarse con aquellas jóvenes. En Barranquilla pudo hablar con dos de ellas, que le contaron historias similares a la suya. Y en Bogotá y en Tocancipá se comunicó con familiares que sabían acerca de los abusos de López. En el primer caso, asegura Margarita, la madre de una joven le contó que su hija lo había denunciado ante la Fiscalía. En el segundo, aunque los padres querían denunciar a López por el abuso a sus hijas cuando eran niñas, ya no podían hacerlo pues ellas ya eran mayores de edad y debían hacerlo por su propia cuenta.
Margarita se enteró así de detalles importantes e identificó el modus operandi del «guía espiritual»: manipulación, aislamiento, recriminaciones. En ese momento tomó conciencia y pudo armar el cuadro completo de manipulación y abuso en el que había caído ella misma. Y se derrumbó.
Motivada por el deseo de encontrar justicia y garantizar que López no volviera a abusar de nadie más, Margarita lo denunció. Interpuso una denuncia en la Fiscalía General de la Nación, por actos sexuales abusivos, el 5 de junio de 2023, pero a la fecha el proceso no ha avanzado. También empezó a indagar por el pasado de López. Descubrió que había sido el consejero en la sede de Lazos de Amor Mariano en Barranquilla, donde dictaba conferencias y se encargaba de la dirección espiritual de los retiros.
Pero, tanto en correos electrónicos dirigidos a Margarita, como en comunicados a la prensa, LAM negó que Yefer López fuera integrante o tuviera cualquier relación con esa comunidad. En Bogotá, Margarita dirigió su queja ante Faber Giraldo, provincial de LAM, sin éxito. Su denuncia tuvo algún eco en el director general de LAM en Colombia, Rodrigo Jaramillo, que la llamó sobre todo con el fin de enterarse de detalles del caso, sin comprometerse a hacer nada.
CasaMacondo contactó a un líder de LAM en Barranquilla, Jorge Pinzón, para conocer su versión de los hechos, pero no obtuvo ninguna respuesta. Gustavo Hoyos, el director del grupo misionero Dicma, en Barranquilla, supuestamente conocía a López y estuvo enterado de una denuncia que hicieron en contra de él por acoso sexual a una menor de trece años, y por la cual habría sido expulsado de Dicma. Gustavo Hoyos tampoco contestó las solicitudes de CasaMacondo.
Hoy Margarita lucha por lograr que las autoridades eclesiásticas asuman su responsabilidad frente a estos casos. Según ella, deberían tomar medidas (como denunciar oportunamente a la Fiscalía, o hacer investigaciones que deriven en sanciones o suspensiones) respecto a estos guías espirituales que están asociados de diferentes maneras con parroquias, diócesis o arquidiócesis. Margarita asegura que pudo hablar por lo menos con otras cuatro mujeres que le contaron historias de manipulación y abusos por parte de López. CasaMacondo intentó recoger estos testimonios, pero no hubo respuesta de parte de ninguna de las supuestas víctimas. Este medio también intentó comunicarse con Yefer López, para conocer su versión, pero no respondió llamadas ni mensajes.
En agosto de 2023 Margarita fue a hablar con Fabio Camacho, presidente del Consejo de Laicos de la Arquidiócesis Bogotá (CLAB) y con el obispo Luis Manuel Alí, miembro de la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores de Colombia. Los dos prometieron abrir una investigación y tomar medidas en el caso. Pero a la fecha de publicación de esta denuncia ninguno de los dos superiores la ha contactado.
Alí, sin embargo, sí habló con la revista Semana. En la entrevista, el obispo se limita a decir que no tiene ni idea de quién es López, pero en todo caso asegura que es «un falso líder». También sostiene que se comunicó con el director de Lazos de Amor Mariano, y le pidió «estar atento a eso, porque había un presunto abuso». Asimismo, que hizo llamadas: al arzobispo de Barranquilla, para que investigara la conexión con Dicma, y al líder de los grupos de oración de la Arquidiócesis de Bogotá. A los dos les pidió poner mucha atención y, a grupos como LAM, tener protocolos muy claros de prevención. CasaMacondo intentó comunicarse con el obispo Alí para obtener respuestas más concretas sobre estas denuncias, pero no respondió a llamadas ni mensajes.
Margarita ha tenido que acudir a atención psicológica y psiquiátrica en varios momentos de su vida, pagando por su propia cuenta porque no ha encontrado apoyo ni en las comunidades católicas ni en las diócesis. Sigue siendo muy devota, trata de ir a misa y sigue firme con su fe, creyendo en Dios, pero no en la Iglesia como institución. No podrá volver a confiar en ningún sacerdote o guía espiritual, y no recomienda a nadie hacerlo.
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