La música

Es un viaje al infinito que solo se puede medir en abstractas cápsulas de tiempo. Sea una tonada, un estribillo o una estrofa. Sus formas etéreas dibujan e inmortalizan la lógica y la emoción de quien las creó. Es un disparo al firmamento de la inmortalidad. 

Ya en la práctica, la música es un acto que demanda valentía y mística. Se puede jugar a ser el dios de los sonidos con arrojo, nombrar lo innombrable y comunicar lo desconocido, como decía el compositor Leonard Bernstein. Esto requiere algo más que disciplina: los gitanos le llaman duende, y se refieren a esa magia invisible que ordena una secuencia que fluye de la nada y le da sentido al sonido. El resultado es una burbuja sonora dotada de una coherencia simple y emotiva. Una canción. 

La música, vista como elemento chamánico, puede transformar estados de conciencia, sanar enfermos, curar trastornos y enamorar escépticos. La canción precisa en el momento exacto puede provocar la euforia de un pueblo, transmutar histerias colectivas o consagrar masas. No hay nada más parecido a un brujo que un músico. Sus conjuros a modo de mantra son un puñado de notas que los intérpretes van rociando como agua bendita, sanando a quien llegue, hechizando a quien caiga e invitando a una comunión, un viaje. Cada cosa, invisible pero organizada, cumple una función que involucra la escucha activa o pasiva en un pacto invisible, en el que pintar en el aire con sonidos y tiempo es la única regla. Ya lo decía Drexler: hacíamos música mucho antes de conocer la agricultura.

La psicodelia

La psicodelia nació en los años sesenta, en un contexto de cambio social, experimentación artística y un deseo colectivo de trascender los límites de la experiencia sensorial y cognitiva. En lo musical, se caracteriza por su audacia en la búsqueda de sonidos, estructuras y técnicas de grabación innovadoras, y por el uso de efectos como el eco, la reverberación y la distorsión.

Desde entonces, su influencia ha sido notable. Sus raíces, que se extendieron rápidamente más allá del rock psicodélico, permearon otros géneros como el jazz, el disco, el funk y otros géneros más populares. Eventualmente, la psicodelia terminó por  añadir capas de surrealismo y espacialidad a la música bailable. Fue un maridaje irrenunciable con la ingeniería de sonido, que le otorgó un protagonismo único al responsable del registro sonoro, quien se volvió un músico más de la agrupación. Esto sin contar el peso y la trascendencia del video (Billie Jean, de Michael Jackson, es un ejemplo del impacto que puede tener una ingeniería de sonido impecable y un video que vincule una experiencia espacial; la escena de Michael caminando al ritmo de las baldosas que se encienden con la música, fue un intento por conectar lo espacial en la escena musical).

La travesía musical psicodélica siempre nos va a remontar a figuras icónicas del rock como The Beatles y Jimi Hendrix, que abrieron caminos hacia nuevas formas de expresión sonora. En el disco, productores y DJs experimentaron con efectos como loops, transpolaciones, sonidos ambientales y paneos a través de frecuencias e intercambios de instrumentos en juegos desde cada canal de reproducción, ya fuera izquierdo o derecho, para amplificar la experiencia de la música de baile. La psicodelia acompañada de sustancias psicoactivas jugó un papel fundamental en night clubs y salones de baile. 

En el corazón del San Francisco de finales de los años sesenta, en medio del Verano del Amor, el rock psicodélico floreció como la expresión audaz y colorida de una generación que anhelaba la libertad, la paz y una expansión de la mente. Bandas como Jefferson Airplane y The Grateful Dead no solo ofrecían música, eran mensajeros de un nuevo movimiento, que además de combinar letras evocadoras con improvisaciones extensas y efectos sonoros experimentales, buscaban transportar a su audiencia a estados alterados de conciencia.

Jimi Hendrix, con su guitarra eléctrica y efectos de distorsión innovadores a partir del pedal, y los gemidos producidos por la púa o plectro, producían una sensación estridente y al tiempo cósmica. Hendrix fue un icono de su época por explorar los límites de lo que se podía decir a través de la música. En Woodstock, en 1969, convirtió el himno nacional estadounidense en un poderoso grito sobre la guerra y la paz. En esa medida, ejemplifica cómo la psicodelia se insertaba en el tejido mismo de la sociedad. 

El impacto del rock psicodélico también se sintió en el Reino Unido, donde bandas como Pink Floyd experimentaron con estructuras sonoras complejas y espectáculos de luces que transformaron la experiencia musical en una experiencia psicodélica. La participación de músicos con alma y formación de ingenieros de sonido, con una perspectiva conceptual vanguardista como Alan Parsons, dieron fe de una transformación conceptual que se dio cita en Abbey Road de The Beatles y luego firmaron una sentencia clara en The Dark Side of the Moon con Pink Floyd.

A medida que la psicodelia se tejía en el tapiz cultural de los años setenta, encontró una resonancia particular en el mundo del jazz, un género ya conocido por la experimentación y la exploración de nuevos territorios musicales. Figuras como Miles Davis, John Coltrane y Herbie Hancock, quienes ya habían revolucionado el jazz con sus enfoques innovadores, comenzaron a incorporar elementos psicodélicos al introducir teclados con sonoridades más etéreas y un juego en lo armónico que invitaba más a un viaje sonoro que a la escucha de una pieza tradicional.

Con su álbum A Love Supreme, John Coltrane rompió las convenciones al mezclar el jazz con una experiencia mística individual. Coltrane creó una obra maestra que aún hoy se considera un hito en la historia de la música expandiendo los límites del jazz a un nuevo género conocido como el jazz espiritual. El álbum es una suite dividida en cuatro partes: «Acknowledgement», «Resolution», «Pursuance», y «Psalm», cada una reflejando un paso en su búsqueda personal de la verdad espiritual. Esta profundidad infundida en la música fue algo novedoso en el jazz, llevándolo hacia una experiencia trascendental y meditativa.

Fue así como Pharoah Sanders y Sun Ra, discípulos de Coltrane, abrazaron la psicodelia, cada uno a su manera. Sanders con su uso de tonos sobrenaturales y capas de sonido, y Sun Ra con su fascinación por lo cósmico y lo extraterrestre. Ambos ampliaron el vocabulario del jazz para incluir elementos que eran decididamente psicodélicos y avant-garde, partiendo de sonoridades profundas e introspección que invitaban a nuevos estados de conciencia, sonoridad y experimentación.

Las sustancias 

La relación entre la música psicodélica y las sustancias psicoactivas es intrínseca y compleja. Artistas y bandas psicodélicas a menudo experimentaban con el uso de sustancias como LSD, psilocibina y marihuana, no solo como una forma de expansión de la conciencia, sino también como un medio para acceder a nuevas profundidades de creatividad musical. 

Los componentes químicos y sintéticos de las sustancias jugaron un papel clave en la elaboración de nuevas sonoridades: ayudaron a crear estructuras musicales no convencionales, sonidos innovadores y letras que buscaban introducirse en otras realidades. La dupla era entre los sonidos y las alucinaciones o visiones alteradas de la realidad para  trascender los límites de la percepción ordinaria.

En la década de 1970, la psicodelia se encontró a fuerza de imposición comercial con el disco e inyectó una dosis de experimentación sonora producto de la distorsión, el juego del estéreo y la exploración sensorial en la música diseñada para hacer bailar al mundo. Aunque el disco es a menudo recordado por sus ritmos contagiosos y su exuberancia, a veces sexual, la influencia de la psicodelia añadió una capa de profundidad y complejidad que transformó la experiencia en la pista de baile. Figuras como Giorgio Moroder, pionero de la música electrónica, es un ejemplo emblemático de cómo la atmósfera envolvente, característica fundamental de la psicodelia, influyó en el disco. La icónica pista I Feel Love, interpretada por Donna Summer, es testimonio de esta fusión, con su espectro envolvente y su sonido futurista.

El uso de los sintetizadores no era algo del todo novedoso. En los años cincuenta y sesenta, Juan García Esquivel, conocido simplemente como Esquivel, fue un compositor y arreglista mexicano notable por su contribución significativa al género de la música lounge y el space age pop. Su música se caracterizó por su uso innovador del estéreo y sus arreglos teatrales. Así que la producción basada en loops creó paisajes sonoros hipnóticos que llevaron el disco a nuevas alturas.

La cultura de los clubs de la época enriquecieron esta experiencia con sus espectáculos de luces y decoraciones ambientadas con una mirada hipnótica y psicodélica. Esto dio paso a entornos inmersivos que complementaban la música y amplificaban la experiencia sensorial del oyente, llevándola más allá de la simple audición para transformarla en una vivencia total que abarcaba la vista, el sonido y el movimiento. Muchas de esas características saltaron al cine.

Ya en los ochenta, la psicodelia experimentó una transformación producto de la saturación del disco. Se fusionó con otros estilos emergentes y establecidos. Si bien el foco de la música popular se desplazó hacia el synth-pop, el new wave y el pospunk, la influencia psicodélica no desapareció. Bandas como The Cure, en su álbum Disintegration, y Echo & the Bunnymen, en Ocean Rain, incorporaron texturas etéreas y atmosféricas que recordaban al sonido psicodélico de décadas anteriores. Además, en Estados Unidos, el movimiento conocido como Paisley Underground, revivió explícitamente los sonidos y las estéticas de los años sesenta con bandas como The Dream Syndicate y Rain Parade, que mezclaban melodías de guitarra jangly con letras introspectivas y visionarias, una reimaginación contemporánea de la psicodelia clásica.

En la actualidad 

El hiphop, aunque pueda parecer distante del espíritu psicodélico original, también ha experimentado una sutil e interesante influencia de este género, especialmente en la producción. Realizadores o DJs como Madlib y J Dilla han utilizado técnicas de muestreo y manipulación de sonido para crear paisajes sonoros desde el scratch, una técnica utilizada por los DJs que implica manipular físicamente los discos en un tocadiscos para crear sonidos y ritmos nuevos. Esta técnica, popularizada en el hiphop y otros géneros hermanos, es fundamental en el turntablism: el arte de usar los tocadiscos como instrumentos musicales. Al mezclar esta técnica con sonidos computarizados y efectos ambientales, se dio paso a sonoridades más complejas como el trip hop y el jungle, donde agrupaciones como Portishead y Massive Attack hicieron un camino propio.

En la actualidad la influencia es evidente en el indie y el pop. Destaca Tame Impala, una banda australiana cuyo líder, Kevin Parker, ha sido el arquitecto de un sonido distintivamente moderno que mezcla elementos del rock clásico con sintetizadores y producción contemporánea. Otro grupo notable es MGMT, cuyo álbum debut, Oracular Spectacular, revitalizó el pop psicodélico con éxitos como «Electric Feel» y «Kids». Animal Collective, por su lado, ha utilizado sonoridades similares para crear música que es tan experimental como accesible, empujando los límites del indie con su enfoque único en la textura sonora y la estructura de las canciones.

Para experimentar este viaje a la psicodelia y sus diferentes momentos, elaboramos cuidadosamente el siguiente  listado. Recomendamos escuchar con audífonos y ojos cerrados.

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