El 14 de febrero de 2020, la denuncia de un hombre detonó el escándalo más grande en la historia de la Iglesia católica colombiana. Ante la Arquidiócesis de Villavicencio, Pedro* relató cómo diecinueve sacerdotes abusaron sexualmente de él desde finales de los años noventa y lo indujeron a la prostitución. De un plumazo, el entonces arzobispo de esa ciudad, Óscar Urbina Ortega, los suspendió indefinidamente el 16 de marzo, el mismo día en que Pedro se presentó en la Fiscalía de Villavicencio y relacionó los nombres de otros diecinueve sacerdotes involucrados en esta red.

Entre los curas mencionados y suspendidos se encontraba Wilson Alirio Sandoval Niño. A los treinta y ocho se les señaló de conformar una red de prostitución en la que, por ejemplo, el cura franciscano Juan Alberto Morantes armó una «vaca», de la que participó Sandoval Niño, para enviar a Pedro como «regalo de cumpleaños» a su colega Hernando Tovar Olaya, presidente del Tribunal Eclesiástico de Villavicencio.

En septiembre de 2023, el recién posesionado arzobispo de Villavicencio, Misael Vacca Ramírez, absolvió a Sandoval Niño. Ahora, tan solo tres meses después, el cura abusó de otro menor en la parroquia del Divino Niño Jesús, ubicada en el municipio de Acacías, Meta.

En este caso, Jaime*, un joven de diecisiete años, denunció que el 15 de diciembre del año pasado, en una de las reuniones del grupo Revolución Juvenil, el cura lo besó en la boca en la cocina del salón parroquial del Divino Niño Jesús. Para conseguir pruebas, al regresar a su casa, el menor le escribió al sacerdote vía WhatsApp y le siguió el juego hasta que Sandoval le envió una foto semidesnudo (CasaMacondo tuvo acceso a esta foto, pero no la publicará). Después, Sandoval Niño le pidió a Jaime que fuera al baño, «para que los papás no se dieran cuenta», y se tomara fotos. El menor ignoró al sacerdote, quien siguió escribiéndole e incluso lo llamó. Para su mala suerte, la madre del menor contestó el teléfono. El cura colgó de inmediato.

El 29 de diciembre, la madre del menor interpuso la denuncia ante la Fiscalía de Villavicencio. Doce días después, hizo lo mismo ante el arzobispo Misael Vacca Ramírez. Para sorpresa de la madre de Jaime, el prelado no se inmutó ante la denuncia. De hecho, defendió al cura, a quien unos meses antes había absuelto a pesar de su prontuario. Le dijo que hasta el momento no había recibido quejas en su contra de parte de ningún feligrés de la parroquia Divino Niño Jesús de Acacías. 

Un cura de excesos

Sandoval Niño se ordenó como sacerdote en 2002. Tenía treinta y tres años. Sus primeros cuatro nombramientos lo llevaron fuera de Villavicencio: a Medina, Maya, Los Alpes y Guacavia. Más adelante, fue designado en tres parroquias en la capital del Meta: La Vega, San José Obrero (donde sostuvo relaciones con Pedro en la casa cural, de acuerdo con la denuncia del joven) y la Divina Providencia.

En 2009 y 2014, dos menores de edad lo denunciaron por abuso sexual. El primer episodio habría ocurrido en una vereda de Restrepo y el segundo, en un Centro Comercial de Villavicencio. En ambos casos, la Arquidiócesis dice que «no hubo colaboración de las posibles víctimas». En su respuesta a la Fiscalía el 3 de abril de 2020, el entonces arzobispo Óscar Urbina Ortega reportó dos denuncias más: «Existe una carta del 2006 donde un misionero lo acusa de abuso sexual y de tener una relación estable con un joven de 17 años; en el 2015 es acusado de acosar sexualmente a un joven de 17 años». 

Durante ese tiempo, los feligreses se quejaban del comportamiento de Sandoval Niño. En el libro periodístico Este es el cordero de Dios (Planeta, 2021), Pedro se refiere al cura como un hombre de excesos, de «tríos y orgías». Además de las casas curales, el padre al parecer utilizaba su casa privada en el barrio Juan Pablo o Balmoral, en Villavicencio, para convocar a sus orgías. Y lo hacía a pesar de tener una relación estable de más de treinta años con un hombre mayor que él, según cuenta Pedro, quien recuerda otros incidentes: «Un día me llamó para que lo acompañara a hacer una diligencia, andaba en un carro rojo de la parroquia. Más adelante se subieron dos muchachos en la parte de atrás, cuando de repente el padre Wilson entró el carro a un motel ubicado en el 7 de Agosto. Después ingresó otro carro con tres personas más y ese carro lo venía manejando un militar como de las Fuerzas Armadas». Lo que ocurrió después fue una orgía de padre y señor nuestro en la que Pedro no participó porque supo que el cura lo llevaba de gancho ciego. «Ellos sí hicieron de todo», concluye.

Para proteger a Sandoval Niño, la solución del obispo Urbina Ortega consistía en cambiarlo de parroquia. Eso lo demuestra su trayectoria en la Arquidiócesis, corroborada por Pedro: «Esas denuncias nunca se conocían. Un día el padre Wilson trató de sobrepasarse con otro muchacho y el arzobispo lo cambió para la Esmeralda», que es la parroquia de la Divina Providencia. De hecho, antes de tener que suspenderlo por el escándalo de la red de prostitución en marzo de 2020, lo degradó de párroco a vicario parroquial en Villavicencio y Puerto López. El cambio de ubicación y de puesto dentro de la jerarquía eclesiástica hace parte de la típica trayectoria que recorre un abusador dentro de la Iglesia católica. Al leer los archivos arquidiocesanos, el patrón se hace evidente.

La respuesta institucional

Óscar Urbina Ortega, expresidente de la Conferencia Episcopal, salió de Villavicencio el 23 de abril de 2022 después de catorce años como arzobispo. Estaba acusado de encubrir a por lo menos cuarenta sacerdotes denunciados por pederastia en esa jurisdicción, y por presuntamente haber abusado sexualmente de un niño en la confesión previa a la primera comunión del menor.

Su reemplazo fue Misael Vacca Ramírez, quien asumió el cargo el 2 de marzo de 2023. Seis meses más tarde, el nuevo arzobispo absolvió a José Edermey Bernal Fajardo, un sacerdote denunciado de abuso sexual por cuatro menores de edad, entre ellos su propio sobrino. Al arzobispo poco le importaron las anotaciones contra Bernal en el archivo secreto y lo nombró vicario parroquial de San Isidro Labrador, en el municipio de Guamal, Meta, donde el cura tiene contacto permanente con niños, niñas y adolescentes. Vacca Ramírez también absolvió a Hernando Tovar Olaya, expresidente del Tribunal Eclesiástico y uno de los treinta y ocho sacerdotes señalados de abusar sexualmente e inducir a la prostitución a Pedro. 

Otro de los curas de esa red de prostitución, y el protagonista de esta historia, Wilson Alirio Sandoval Niño, no quiso contestar las llamadas que le hizo CasaMacondo para que diera su versión de los hechos. Tampoco contestó el arzobispo Misael Vacca Ramírez. Ambos optaron por el silencio.

* Nombre cambiado para proteger la identidad de la fuente.

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