En total, Maradona dirigió siete equipos: Mandiyú (1994); Racing (1995); selección argentina (2008-2010); Al Wash (2011-2012); Al-Fujairah (2018-2019); Dorados de Sinaloa (2018-2019) y Gimnasia y Esgrima La Plata (2019-2020). Así, entre 2017 y 2020, intentó prolongar su carrera de director técnico: a mediados de 2019 arribó a Gimnasia La Plata, un club emblemático de ciudad de La Plata, fundado a finales del siglo XIX y conocido por su encarnizada rivalidad con el club Estudiantes, de la misma localidad. Gimnasia había tenido entrenadores de reconocida trayectoria en el fútbol, tales como Nito Veiga, Roberto Perfumo, Carlos Timoteo Griguol y Pedro Troglio. Y ahora, Diego Maradona, acompañado de Sebastián Méndez, su asistente, un técnico que había actuado en torneos profesionales de Chile y de Colombia.

Después de varias conversaciones, el 8 de septiembre de 2019, Maradona ingresó al Estadio Juan Carmelo Zerillo, escenario propio, conocido también como Estadio del Bosque y habilitado para veinte mil espectadores que se dieron cita aquel día, atraídos por la leyenda del fútbol, cuya vinculación despertó simpatías y entusiasmo en toda la región. Se refiere que en una semana el número de socios sumó cuatro mil nuevos seguidores y que la camiseta de Esgrima, con el número 10 y el nombre Maradona estampado en la espalda, se había agotado a los pocos días de su puesta en venta.

El debut del nuevo técnico al frente de su flamante equipo fue ante Racing en condición de local. Los momentos previos al encuentro constituyeron una gran fiesta e instantes de júbilo. Centenares de guardias policiales se apostaron en los alrededores del estadio para evitar desmanes. En las tribunas ondeaban banderas gigantes con el rostro del ídolo, mientras él, distinguido con una gorra y sonriente en todo momento, se aprestaba a posar junto a su escuadra, minutos antes del pitazo inicial. Su saludo a Claudio Caniggia, compañero en Boca y en la selección nacional al igual que entrañable amigo, le agregó un ingrediente más al inminente encuentro; además, se rumoraba que el Hijo del Viento lo acompañaría en Gimnasia. Racing picó en punta en el primer tiempo. En la etapa complementaria empató Gimnasia; pero, un minuto después, Racing selló el juego con un 2-1 definitivo. Hubo tristeza por la derrota, pero felicidad por una dirección técnica al mando del dios del fútbol.

Sin embargo, la tristeza se acentuó en las siguientes fechas, pues hubo reveses ante Talleres y River Plate, lo cual facilitó el hundimiento en la tabla de posiciones. Pero, en el encuentro siguiente ante Godoy Cruz, el equipo de Maradona triunfó 4-2. Entonces, renacieron las esperanzas a partir de una frase lanzada después de la victoria: «Ahora empieza nuestro campeonato, el de los que trabajamos». Pese a que Gimnasia ganó en condición de visitante en Mendoza, los seguidores en La Plata celebraron como si el juego hubiese sido de local en el Estadio Juan Carmelo Zerillo.

Ante Newell´s estalló la euforia. La goleada 4-0 en favor aumentó el fervor maradoniano. Un hecho curioso se había sumado a la idolatría: el trono de madera que se le construyó en el estadio platense para que el ídolo se sintiera como un auténtico rey. Desde allí dirigía y, luego, el sillón era subastado con su firma y con las iniciales de su nombre. Así mismo, en los encuentros que Esgrima protagonizó de visitante, la figura era Diego, quien recibía los más insólitos homenajes, pues no era visto como rival. Prevalecía la gloria alcanzada, el recorrido sublime por las canchas del mundo y el recuerdo de su arte inimitable.

Pero otro momento amargo fue la derrota ante Estudiantes, equipo de La Plata que configuraba el clásico regional cada vez que enfrentaba al Esgrima. Semanas después reventó la primera crisis en el club a raíz de la renuncia de Maradona, quien mostró su inconformidad por la renuncia de Gabriel Pellegrino a la presidencia del plantel. No obstante, los diálogos desesperados de última hora, acompañados de súplicas de la afición, permitieron su continuidad. El asunto no pasó a mayores y Gimnasia y Maradona siguieron su rumbo en busca de mejores resultados. Así fue, en efecto: el partido siguiente ante Central Córdoba, en condición de local, volvió a alentar los ánimos del Diez y los de miles y miles de hinchas que soñaban con el título, simplemente porque al frente estaba el artista del fútbol.

Seguidamente, la alegría desbordó los límites: Gimnasia había alcanzado tres victorias consecutivas en medio de un fútbol digno, matizado con buenas jugadas. La primera fue ante Independiente, un club del sur del Gran Buenos Aires que había alcanzado significativos lauros y al que ubicaban junto a los otros cuatro grandes del fútbol argentino: Boca Juniors, River Plate, Racing y San Lorenzo. Los dos jugadores más emblemáticos del equipo habían sido Ricardo Bochini y Daniel Bertoni, una pareja de miedo que había contribuido a los innumerables títulos de Independiente. Ellos fueron los encargados de encabezar el homenaje que se le brindaría a Maradona antes del crucial encuentro. El partido lo ganó Gimnasia 1-0. La segunda victoria 2-0 fue ante Sportivo Barracas en el marco de la Copa Argentina; y después ganó como local 1-0 al Atlético Tucumán.

El siguiente partido fue en La Bombonera ante el legendario Boca Juniors. Y finalmente ocurrió el milagro: el coronavirus obligó a la suspensión de la Copa Superliga y con ello la anulación de los descensos para la actual temporada. De esa manera se salvó Gimnasia que se movía en el borde; pero, la decisión de la AFA facilitó su continuidad en la Primera División. Su último partido lo ganó ante Patronato 3-0. Los números quedaron para la historia: dirigió 20 partidos con Gimnasia, cosechó 7 victorias, 5 empates y 8 derrotas. Efectividad: 43,33 %, solo superada por su desempeño en la selección argentina bajo su dirección, cuya efectividad de entonces fue del 75 %.

Los problemas de salud que condujeron a la muerte de Maradona se remontan a sus tiempos de jugador. Uno a uno fueron apareciendo situaciones adversas que se acumularon hasta el momento fatal. Hubo avisos, por supuesto; sonidos de alarma que el Diez soslayó en medio de su goce y lujos propios de una vida llena de luces y de gloria. En realidad, Maradona descuidó su salud; sobre todo, en los últimos tiempos; es decir, en los estertores de su actividad como futbolista activo, tiempos en los que el agravamiento fue notable. El recuento tiene orígenes remotos en su existencia.

En el club Barcelona, a principios de la década del ochenta, Maradona tuvo tres problemas de salud de considerable importancia. Uno de ellos, tal vez, habría de tener desarrollos posteriores en distintos sentidos. Primero fue una hepatitis benigna del tipo A que le fue diagnosticada y que obligó a su marginamiento de la cancha durante tres meses. Luego padeció una grave fractura del tobillo izquierdo y la pérdida del ligamento lateral interno que hizo temer su continuidad en el fútbol. Después, sin que tuviera un efecto adverso de manera inmediata, ingresó al mundo de las drogas prohibidas. La cocaína fue el gran enemigo que se apoderó de su cuerpo y que lo llevaría al infierno. Tenía veinticuatro años y apenas despuntaba hacia la gloria.

Casi dos lustros después de haber admitido su adicción a la cocaína, un control antidopaje reveló el consumo de tal sustancia y por tal hecho fue castigado con quince meses de suspensión en el balompié. Eran las épocas de su paso jubiloso por el Nápoli de Italia, donde fue considerado un semidiós que descendió del cielo. No obstante, la suspensión no fue escarmiento para el ídolo, pues, a los pocos días, tal como se relató, fue encontrado en el barrio porteño de Caballito en lamentable estado, producto del consumo de cocaína. Y tres años después ocurrió lo del Mundial de Estados Unidos 94: fue conducido por una enfermera para la práctica de una prueba que resultó positiva. Quince meses más de suspensión.

En 1996 Maradona intentó una rehabilitación debido al deterioro de su salud, agravado por el consumo de drogas. Pero fue un intento fallido porque un año después, actuando en Boca Juniors, dio positivo otra vez. Sin embargo, el gran sobresalto resultaría en el año 2000, pues ocurrió un episodio que obligó a su hospitalización en el Sanatorio Cantegril de Punta del Este, Uruguay. Allí llegó, a principios del primer mes del año, en estado crítico y al borde de la muerte. Durante varios días se mantuvo en estado de coma, en medio de la preocupación del empresario, representante y acompañante en aquellas vacaciones, Guillermo Coppola, quien entregó el primer anuncio que le dio la vuelta al mundo: «Acá Guillermo Coppola. Estoy con Diego Maradona, que duerme hace dos días. No logramos que se despierte». El cuadro lo decía todo: hipertensión arterial y arritmia ventricular debido a múltiples excesos. A principios de enero fue trasladado a Buenos Aires y dos semanas después emprendió viaje a Cuba en busca de su rehabilitación.

Maradona permaneció cinco años en Cuba, entre idas y venidas. La experiencia en la isla está repleta de anécdotas, muchas de las cuales forman parte del mito urbano que surgió alrededor del ícono del fútbol. Una de ellas habla de tres hijos que tuvo con distintas parejas cubanas que, años después, aparecieron en los medios y en portadas de revistas de farándula, reclamando una paternidad que nunca llegó. El primer viaje fue a La Habana, en cuyas afueras fue internado con el propósito de brindarle un efectivo tratamiento de rehabilitación. En el Centro de Salud La Pradera fue atendido a cuerpo de rey, bajo la mirada atenta de sus padres, don Diego y doña Tota; de su esposa Claudia Villafañe, y de sus suegros Coco Villafañe y Ana María Elía. El tratamiento médico se inició por el requerimiento inmediato de baja de peso y cuidado por sus problemas cardiovasculares. Su historial médico incluía intoxicación por cocaína, drogas sintéticas, alcohol y deficiente alimentación.

Estando en Cuba, Maradona reiteró su admiración por Fidel Castro, la cual había nacido en 1987 a través de un famoso encuentro entre los dos personajes que produjo un sonoro golpe mediático en el mundillo del fútbol y de la política. En su libro autobiográfico Yo soy el Diego, Maradona cuenta lo siguiente, página 296: «También tuve oportunidad de conocer a muchas celebridades, esa gente importante más allá del deporte. De todas ellas, me quedo con uno. El que más me impresionó, y no creo que aparezca nadie que lo supere, fue Fidel Castro, sin lugar a dudas. Tres veces estuve en Cuba, incluida esta última, y todavía me pongo nervioso, como emocionado, cuando lo veo». Algo parecido sucedió con el Che Guevara, de quien Maradona afirmó en el mismo libro, páginas 299-300: «… Y entonces empecé a leer, a leer a leer sobre él. Y me empecé a preguntar: ¿cómo los argentinos no decimos toda la verdad sobre el Che? ¿Por qué no reclamamos sus restos, como antes reclamamos los de otros, como Juan Manuel Rosas? Y como no tenía, no encontraba, respuestas a ninguna de esas preguntas, decidí hacerle mi propio homenaje. Y me metí el tatuaje en el hombro, para llevarlo para siempre. Aprendí a quererlo, conocí su leyenda, leí su historia: de este sí sé la verdad; de San Martín y de Sarmiento, lo digo con todo respeto, no».

Después de un viaje a Buenos Aires, Maradona regresó a Cuba, esta vez al Centro de Salud Mental (Censam), ubicado al oeste de La Habana. Allí estuvo aislado, cubierto por una aureola de misterio, y acompañado por dos de sus hermanas, Ana y Rita. Sus hijas, Giannina y Dalma, lo visitaban con frecuencia. Dos semanas después de su internación, el Diez había alcanzado una satisfactoria recuperación que animó a su entorno familiar y a sus millones de seguidores en Argentina. Incluso, el buen parte de los médicos que lo trataban ayudaron a que Maradona comenzara la práctica de algunos deportes, entre ellos el golf. El propósito era apuntar ahora hacia los problemas de sobrepeso.

Posterior a los años en La Habana, el ídolo del fútbol viajó a Cartagena, Colombia, y allí, en 2005, le realizaron un baipás gástrico, pues su peso estaba en ciento veinte kilos, lo cual constituía un peligro para su salud. Sin embargo, la exitosa intervención permitió que bajara treinta y cinco kilos y tal circunstancia, que despertó un inusitado júbilo en el famoso exjugador, se acompañó tiempos después con nuevas recaídas producto del exceso de alcohol y el consumo de ansiolíticos que le formularon para matizar sus perturbaciones mentales. En 2007 continuaron los problemas de salud, esta vez por culpa del alcohol, cuyo abuso había causado peligrosos estragos. Le diagnosticaron hepatitis química, aguda y tóxica que derivó en una inflamación del hígado que provocó otra hospitalización.

Durante los años siguientes continuó arrastrando distintos problemas de salud que eran tratados con relativo éxito; pero, en el fondo, acentuaban las múltiples enfermedades que yacían en su cuerpo. Otra de ellas, la obesidad, reapareció en 2015, año en el que le practicaron un baipás gástrico, segunda intervención del mismo tipo que se llevó a cabo en Venezuela. Tres años después una alarma despertó la curiosidad del mundo del fútbol: Maradona tenía dificultades para caminar debido a una inusitada cojera. La intriga se resolvió al poco tiempo con el diagnóstico médico de la artrosis de rodilla que surgió como resultado de sus largos lustros de práctica futbolística en la que hubo toda suerte de golpes y vicisitudes contra su humanidad, especialmente las piernas. Según los especialistas, «la artrosis es una enfermedad degenerativa de las articulaciones donde la superficie del cartílago se desgasta, provocando el roce de los huesos entre sí y generando fricción, dolor continuo, hinchazón y pérdida de movimiento».

En 2019 ingresó a la clínica Los Olivos de Buenos Aires debido a un sangrado estomacal cuyas causas habían sido los dos baipases gástricos practicados en 2005 y 2015. En 2020, un edema formado en su cabeza obligó a una delicada operación para tratar una acumulación de sangre entre la membrana y el cerebro. El 11 de noviembre fue dado de alta y se decidió que continuara su recuperación en casa. Pero, el 25 de noviembre de ese mismo año sufrió un paro cardíaco que se lo llevó para siempre. Había sido trasladado a su residencia en San Andrés, barrio privado ubicado en el partido de Tigre.

De acuerdo con la revista TyC Sports, «a las 11:30 la psiquiatra Agustina Cosachov y el psicólogo Carlos Díaz arribaron al lugar para llevar a cabo la visita periódica con Maradona. No obstante, al ingresar a la habitación se percataron de que no reaccionaba e inmediatamente quienes se encontraban en la casa comenzaron a realizarle maniobras de reanimación, pero no fue suficiente. Según la autopsia, estuvo doce horas en agonía». Había cumplido sesenta años.

Jaime de la Hoz Simanca es escritor, periodista y docente de la Universidad Autónoma del Caribe. Ha ganado en tres ocasiones el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar.

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