Gonzalo Guillén llegó al periodismo porque se le atravesó la muerte. Ocurrió un mes después del deceso de su padre, el 30 de abril de 1975. Ese día, el historiador Fernando Guillén Martínez arribó a su casa en Chía, saludó, estuvo con los suyos un rato y después se sentó a releer el libro que lo haría famoso, El poder político en Colombia. Mientras tanto, sacó una cajetilla de cigarrillos Pielroja, y uno tras otro los fue fumando hasta que estos actuaron como una descarga de balas que le provocaron un infarto fulminante. Fue una muerte sin agonía. Tenía cincuenta años, pero era un erudito de posiciones liberales, sin afugias económicas y un comelibros experto en cazar errores hasta en obras como el Quijote. Fernando fue, quizá, la figura más importante para Gonzalo.

Sin el hombre que aportaba lo necesario para la casa, el segundo de seis hijos se vio en la obligación de conseguir trabajo. Casimiro Eiger, amigo de su padre, le preguntó en el velorio qué quería ser. «Periodista», respondió Gonzalo sin gaguear. El párvulo ya estaba en el último año de Comunicación Social en la Universidad Jorge Tadeo Lozano —aunque Guillén, con ironía, diga que no sabe qué carajos quiere decir eso de «Comunicación Social»—.

Casimiro le pidió el favor a Carlos Villamizar, jefe de redacción de El Tiempo, que recibiera al muchacho, pero no porque hubiera leído alguno de sus textos, sino porque Gonzalo de verdad necesitaba devengar un sueldo. No fue mucho, pero tampoco poco. Guillén tenía veintitrés años y llegó a una redacción en la que estaban plumas como las de Daniel Samper Pizano, Germán Castro Caycedo y Fernando Garavito.

Tras su paso por El Tiempo, Gonzalo trabajó en el Noticiero TV Hoy, fue editor del periódico La Prensa, y en Ecuador de El Universo, también fue corresponsal del Miami Herald y El Nuevo Herald, y sus columnas de opinión fueron publicadas en Cromos y Semana. Algunas de sus investigaciones fueron galardonadas en dos oportunidades con el Premio Rey de España, un Premio Simón Bolívar de Periodismo y un Premio del Círculo de Periodistas de Bogotá. 

Bajo el pretexto de su más reciente libro, La artillería de la libertad (Planeta, 2023), CasaMacondo habló con Guillén sobre el oficio, trabajo que desempeña sin interrupciones desde hace cuarenta y ocho años. Hablamos de sus exjefes, como Enrique Santos, quien alguna vez le dijo que no le aumentaba el salario porque en El Tiempo iba a aprender algo que no le enseñarían en ningún otro lado: «cómo se maneja el país». También le preguntamos por la artillería que sin temor ha apuntado contra poderosos como Álvaro Uribe, Néstor Humberto Martínez, Francisco Barbosa y Kiko Góméz. 

Los enemigos de Guillén lo consideran un provocador. El periodista ni se defiende ni los contradice: sus investigaciones han sido la respuesta. Una de las que aparece en su más reciente libro, por ejemplo, brinda argumentos para poner en duda el asesinato de los hermanos Fidel, Carlos y Vicente Castaño Gil. «Muertos de la risa», se titula la crónica. Con esa misma irreverencia, Guillén dice que el periodismo que se hace hoy en Colombia «está hecho por tarados».

Aquí la entrevista:

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