Los fantasmas siempre han existido. Sobre todo en el difícil arte de escribir. Para sorpresa de muchos, detrás de grandes nombres de la literatura universal existieron personas que les hacían el trabajo. O, por lo menos, así lo asegura Los fantasmas sí existen (Ariel, 2024), la novedad del poeta y crítico literario Luis Fernando Afanador.  

La investigación pone los ojos en obras como la de William Shakespeare, de quien se dice que ni su propio nombre se escribía de esa manera. Afanador se pregunta cómo hizo un hombre, del que tan solo se conocen dos documentos de su puño y letra, para escribir obras como Otelo, Ricardo III y Hamlet; historias que para ser creadas se necesitaba saber hasta griego. Para algunos escépticos, entre ellos Afanador, detrás de estos trabajos hubo un fantasma muy ilustrado que pertenecía a la clase noble de Inglaterra y que siempre quiso pasar de agache. 

El crítico también escribe sobre las obras de Alejandro Dumas, quien tuvo «una fábrica de negros»; es decir, de escritores fantasmas, como les decían en el siglo XIX. A esos terceros, Dumas les daba migajas por ideas y textos que después firmaba como suyos. El libro de Afanador recuerda, a su vez, casos polémicos como el supuesto plagio que habría hecho Camilo José Cela de una novela; el abuso, en este caso literario, al que sometió el escritor Henry Gauthier-Villars a su esposa; la mano que tuvo el editor Gordon Lish en los éxitos de Raymond Carver, y hasta la historia de la pareja de ancianos que serían los fantasmas que teclearon las novelas de Elena Ferrante.

En entrevista con CasaMacondo, Afanador habló de su investigación sobre Shakespeare, Dumas y Cela. 

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